Esos que se hacen pasar por muy humildes y que dan culto a los ángeles no están unidos a la cabeza, la cual hace crecer todo el cuerpo al alimentarlo y unir cada una de sus partes conforme al plan de Dios.
Colosenses 2,18-19
En todos los órdenes de la vida es importante tener en claro a quién escuchar para el bienestar personal y el bien común, y sin dudas es primordial que así sea nuestra fe, sustento de los valores presentes y eternos para los creyentes y la humanidad toda. Por tal razón, Pablo les recuerda la importancia de ello a los colosenses que estaban viviendo momentos de incertidumbre en varios aspectos como consecuencia de mensajes tendenciosos.
Sabemos que muchos no están unidos a Cristo como cabeza, y por ende hablan de su propia verdad. No siempre es fácil distinguir entre quienes lo hacen por sí mismos -sin estar en unión con el Salvador, por más que integren la comunidad de fe- y aquellos que sustentan su mensaje y misión en el Evangelio. A través de todos los tiempos y a lo largo de la historia de la Iglesia ha sido así.
Esto ha conducido a situaciones de confusión doctrinaria, a divisiones en la Iglesia, a la ruptura de la comunión universal de los creyentes, a confrontaciones internas de las comunidades locales, a un testimonio debilitado y erróneo, a complicidades con injusticias, a errores de interpretación, a intenciones mezquinas, y a la falta de compromiso con el mandato de Jesucristo.
Nuestro Señor nos dejó el legado de la unidad entre nosotros desde la unión con él, como camino de fe y vida. Según leímos, el Apóstol Pablo nos recuerda la importancia de ello para que, siendo partes del cuerpo de Cristo, nos alimentemos del maná de su verdad.
¿Estamos dispuestos a hacer este ejercicio de fe y preguntarnos cuánto nos viene por afuera de la voluntad de Dios, servido por intereses ajenos al propósito divino, aun en la misma iglesia?
Dios nos bendiga para que nuestra pertenencia y compromiso sea desde la cabeza y verdad, que es Jesucristo. Amén.
Ernesto Weiss
Colosenses 2,16-19