Cuídate y ten calma. No temas ni se acobarde tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean.

Isaías 7,4

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El pueblo estaba derrotado. Las potencias extranjeras se habían unido para aniquilarlo y para que no quedara vestigio de su reciente pasado próspero.

Sin embargo, en medio de la destrucción, las palabras que retumban, como escondidas entre una serie de datos, lugares y cosas tristes, son: cuídate y ten calma.

No parece ser la expresión de alguien desesperanzado; al contrario, representa la de una persona que es capaz de seguir buscando desde su propio dolor, un chispazo de luz con el que se pueda iluminar lo que hay de oscuro en los que se sienten avasallados por el fracaso.

El evangelio de Jesucristo no es un libro de recetas para la victoria, sino que presenta a un Dios cercano, compañero, amigo, misericordioso, en el que podemos descubrir lo mismo: en la misericordia de Dios uno puede sentirse cuidado y hallar la calma aun en medio de la tempestad.

Eugenio Albrecht
1 Pedro 1,17–21

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