Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó, y les dio su bendición.

Génesis 1, 27

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Nuestro Dios es un Dios creador. Crea el mundo y pone como corona al hombre y a la mujer. Indudablemente su primer propósito es que se complementen, y por eso los hizo diferentes. También tuvo un segundo propósito, de que no queden solos y se acabe su creación. Por eso les dijo: “tengan muchos, muchos hijos, llenen el mundo.” Ésta es la parte creadora que heredamos de nuestro Dios. ¡Podemos reproducirnos!

Y el tercer propósito es que gobernemos ese mundo, que señoreemos sobre él, entendiendo como eso que lo cuidemos como nuestra propia casa que es. Señorear es reinar sobre algo. ¡Lo que él nos dio para señorear es ni más ni menos que lo que nos sirve para vivir! Plantas y animales en perfecta armonía. ¡Muchas veces me pregunto, por qué no nos sentimos más ciudadanos del mundo! Días atrás, andando en la ruta con el auto, me deparé con que del vehículo que iba adelante salían por la ventanilla cosas como latas de gaseosa, papeles de todo tipo. Me pregunté: ¿Qué estaría pensando una persona que hace eso? Indudablemente su mundo es su auto, nada más. ¡Cuán pequeño es su mundo! ¡Se está perdiendo de conocer la verdadera dimensión de la creación que su Padre Dios le regaló! ¡Señorear es cuidar, amar, hacer crecer, y hasta enorgullecernos de saber hacerlo! Muy lejos está señorear de ensuciar, degradar, abusar… No necesitamos ser fervorosos creyentes para darnos cuenta de que cuidar lo recibido es garantizar nuestra propia supervivencia y la de nuestros descendientes. ¡Seamos ciudadanos del mundo!

Martín Zapke

Génesis 1,26–2,4a

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