Jesús les dijo (a los fariseos): “Ustedes son los que se hacen pasar por justos delante de la gente, pero Dios conoce sus corazones pues lo que los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece”.

Lucas 16,15

A los fariseos siempre les gustó aparentar. Mostraban una piedad falsa haciendo por ejemplo largas oraciones en las plazas para ser vistos y también para disimular sus abusos. (Marcos 12,40). Les gustaba usar ropas largas y ocupar asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas.

Nuestro texto nos dice que los fariseos eran amigos del dinero y sostenían que si Dios los había bendecido con riquezas y prosperidad, era consecuencia de su gran bondad.

Pero cuanto más se jactaban delante de los seres humanos, más despreciables resultaban para Dios, porque Dios no mira las apariencias, sino el corazón.

Cierta mañana un padre salió a dar un paseo por el bosque con su hijo. Cuando llegaron a una curva, el padre se detuvo y le preguntó al hijo: “Además del canto de los pájaros, ¿qué escuchas?” El joven agudizó sus oídos y respondió: “Estoy escuchando el ruido de una carroza.”

Así es, dijo el padre. “Es una carroza vacía.” A lo que el joven responde: “¿cómo sabes si aún no la hemos visto?” “Es fácil saber, dijo el padre. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.”

Esta historia nos hace pensar que cuando una persona presume de lo que sabe o tiene, se jacta de lo que hace, se justifica cuando no hace, trata de sobresalir haciendo sentir inferior al otro… muestra simplemente un gran vacío.

Señor, quita de nosotros toda soberbia, arrogancia, prepotencia, orgullo. Haznos simples y sencillos como los niños para poder aceptar y amar al que es diferente. Amén.

Stella Maris Frizs

Lucas 16,14-18

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