Revístanse de humildad, porque: “Dios resiste a los soberbios, pero se muestra favorable a los humildes.” Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.

1 Pedro 5,5-6

En su libro “Cartas del diablo a su sobrino” el autor inglés C.S. Lewis relata cómo el sobrino diablo no tiene éxito para tratar a determinado cristiano. El diablo jefe, entonces, le da una indicación nueva: “Por el momento veo un solo camino. El paciente es muy humilde. ¿Ya le hiciste pensar en ese hecho? Todas las virtudes pierden su fuerza en cuanto la persona se vuelve consciente de ellas. Trata de incorporar en sus pensamientos la agradable reflexión: ‘De verdad, me he vuelto humilde’.  Y verás, de inmediato surgirá su orgullo, y tú podrás trabajar con él.”

Tener esa convicción de su propia humildad le pasó al fariseo en el ejemplo de Jesús (Lucas 18) cuando oraba: “Gracias, Señor, porque no soy como aquel publicano…”

Cuando tomamos conciencia de que somos humildes, somos buenos, es porque nos comparamos con otros que –consideramos no lo son tanto. Esa humildad es una construcción propia que, en rigor, se vuelve soberbia.

La verdadera humildad viene de Dios. Se hace visible en la vida de Jesús. No la demostramos sintiéndonos humildes, más humildes que otros, sino a través de nuestras acciones de entrega, de servicio, de amor a los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús. Con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. (Filipenses 2,3)

Dieter Kunz

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print