¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Viniste acá para atormentarnos antes de tiempo?

Mateo 8,29

Este versículo corresponde al relato que cuenta como Jesús se enfrentó a dos demonios que pidieron que, al ser expulsados, los mandara a los cerdos, y luego de eso, se tiraron por un barranco. Esto significó la expulsión de Jesús de aquel lugar.

Muchas veces pedimos a Dios un cambio en nuestra vida, pero cuando pasa, nos enojamos porque no soportamos ese cambio. Y esto es porque para ello siempre es necesaria una adaptación a lo nuevo, pero también dejar atrás un universo al que nos hemos acostumbrado, aunque no nos hiciera bien y suplicábamos por un cambio.

Otras veces preferimos vivir mal, maltratados y atormentados antes de animarnos a vivir un cambio, y decimos como los demonios: ¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Viniste acá para atormentarnos antes de tiempo? Con la idea de que quien sufre en esta vida es premiado en el cielo… Y no es así.

Jesús vino a transformar nuestra vida para que la vivamos intensa-mente, en plenitud, comprometidos con el Evangelio. Y ese compro-miso significa salir de nuestra comodidad (aunque nuestra vida no sea cómoda), y defender la vida, incluso la nuestra.

Jesús vino a liberarnos de todos los demonios que viven en no-sotros: el egoísmo, la avaricia, la insensibilidad, la autocompasión, el masoquismo…

Seguramente sabés de qué estoy hablando, y tengas miedo de la incertidumbre del cambio, que, si es Jesús el que te está llevando, la dirección será la mejor para vos y quienes te quieren bien.

Señor, ayúdame a aceptar los cambios que exige mi fe en ti. Amén.

Estela Andersen

Mateo 8,28-34

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