2° domingo de Pascua (Quasimodogeniti)

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: “¡Paz a ustedes!”

Juan 20,19

Las puertas estaban cerradas para que los de afuera no pudieran entrar, los discípulos tenían miedo a lo de afuera, y por supuesto tampoco pensaban salir. Vale la pena preguntarse si no están así muchas de nuestras iglesias y comunidades hoy en día.

De pronto, se aparece Jesús, a pesar de las puertas cerradas. ¡Qué cosa!, a veces tenemos las puertas cerradas y, sorpresa, ¡Jesús se hace presente! Jesús irrumpió en su encierro y se paró en medio de los discípulos. ¡Qué terrible, cuando no se espera a Dios en la vida, y de pronto Dios, igualmente, está ahí, aun con puertas, corazones y mentes cerradas!

Los discípulos habían vivido con Jesús, habían comido juntos, habían asistido a fiestas, pero cuando las cosas se torcieron, lo abandonaron. Jesús hubiese podido estar enojado con ellos por su cobardía, pero no fue así. Les dio la paz por dos veces. Esto es la gracia que se recibe sin merecerla, y ellos la reciben, y junto con ella, un envío: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes”.

Jesús sopla su Espíritu sobre ellos y ellas, y de este modo reciben nueva vida para romper las cadenas del miedo y del egoísmo.

Espíritu de Dios, llena mi vida, Espíritu de Dios llena mi ser. Espíritu de Dios, nunca me dejes, yo quiero más y más de tu poder. (Canto y Fe Nº 76)

Octavio Burgoa

Salmo 133; Hechos 4,32-35; 1 Juan 1,1-2,2; Juan 20,19-31 Agenda Evangélica: Salmo 116,1-9.13; Isaías 40,26-31; 1 Pedro 1,3-9; Juan 20,19-29; Juan 21,1-14 (P)

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print