8° domingo después de Pentecostés, 16° en el año

Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

Marcos 6,34

Tanta profundidad en su mirada, tanta ternura. Ternura que gesta acción y compromiso. Mirada que siente y se conjuga en compasión: vio la multitud, y sintió compasión de ellos. Baja de la barca, transito cansino en la calma de las aguas, baja para hacerse pan, sudor y lágrimas. Siente en lo más hondo de su cuerpo y sus entrañas tanta desazón y angustia. Tanta soledad. Tanta pérdida… porque estaban como ovejas que no tienen pastor. Al bajar, ve; al ver, encamina sus pasos. Direcciona su andar hacia el otro, la otra; hacia quien sufre. Y esa mirada activa el abrazo compasivo, tiende puentes, acorta distancias. Se hace camino. Caricia. Gesto concreto. Y, en ese gesto, la hondura de su entrega. ¿Cómo no recibirle? ¿Cómo no oírle? Abraza con la mirada a la vez que acaricia con las palabras. Palabras que curan y enseñan, empoderando a quien las escucha: comenzó a enseñarles muchas cosas. Con sus palabras y acciones, Jesús muestra quién es y cómo entiende su entrega y su compromiso: Como la irrupción del reino de Dios presente en el mundo. En Jesús, Dios transforma la realidad de sufrimiento en una realidad cargada de esperanza y sentido. En su amor y misericordia, la palabra de Dios viene a mostrar el verdadero camino de la vida: Una vida libre y comprometida en y con el Señor. Y, en ese compromiso, somos invitados e invitadas a bajar de la barca, ver y sentir, ir hacia el hermano, la hermana, compartiendo la vida.

David Juan Cirigliano

Salmo 23; Jeremías 23,1-6; Efesios 2,11-22; Marcos 6,30-34 Agenda Evangélica: Salmo 107,1-9; Éxodo 16,2-3.11-18; Hechos 2,41-47; Juan 6,1-15; 1 Reyes 17,1-16 (P

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