El primer ¡ay! ya pasó, pero vienen todavía otros dos.
Apocalipsis 9, 12
A la mesa de Dios se sientan todas las noches
aquellas personas que, durante su paso por este suelo,
han sabido honrar con sus vidas el evangelio de Jesucristo.
Son mujeres y hombres, de todas las razas y colores,
de diversas regiones, de edades distintas, de todos los tiempos,
que han sabido, ante las luchas y en medio de las pruebas,
mantenerse fieles a los valores del reinado de Dios.
Personas que gritaron sus propios ayes,
una, dos, tres veces, las necesarias,
sin claudicar en su búsqueda de mundos mejores.
El primer ¡ay! ya pasó…
La lista de situaciones que nos arrancan el primer “ay” de la vida
pueden ser muchas y muy variadas.
Quedarse sin trabajo, lidiar con una enfermedad cruel,
convivir con la violencia en el hogar, perder a un ser querido,
sufrir algún tipo de discriminación o maltrato
por cuestiones de fe, de opción política, de sexualidad…
…pero vienen todavía otros dos…
Frente a todos los “ayes” vividos y por vivir,
¿hemos podido mantener y seguiremos manteniendo en alto la fe
en el Dios de la vida que se nos ha revelado en Jesús,
que supo enfrentar todo desprecio y que fue coherente hasta la cruz?
El Apocalipsis es un libro escrito en tiempo de luchas y de persecuciones.
E invita, de manera cifrada, a encontrar razones para la esperanza
aun en los momentos más crueles y más duros,
cuando sentimos que se han abierto todos los abismos del mal.
¡No dejemos que se caiga la fe ni que nos abandonen las esperanzas!
¡Dios es fiel y acompaña nuestro caminar!
Y, si perseveramos, tendremos sitio en la mesa,
junto a quienes, antes que nosotros,
anduvieron por la vida con la mirada puesta en Jesús.
Gerardo Oberman
Apocalipsis 9,1-12