Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Hechos 9,4
Un refrán popular dice que “es más fácil hablar con el diario del lunes”, es decir, una vez que se sepa como sucedió todo. Y saber cómo terminó ésta historia de Saulo, convertido en Pablo, a su vez nos hace perder de vista cómo era Saulo, antes de ser Pablo.
Este joven judío, Saulo, era una persona muy ilustrada, que fue creciendo en confianza, estima y respeto de los judíos, por lo que tenía muy buena reputación. Si fuéramos contemporáneos de él, muchos dirían que era un muy buen tipo, muy capaz y correcto. Además tenía a su favor el haber cazado varias cabezas de esta secta de ese tal Jesús.
Nosotros, como cristianos y varios años después diríamos que lo que hizo Saulo era una atrocidad, pero claro, lo decimos ahora. Pero yo me pregunto muchas veces: ¿Cómo hubiésemos actuado nosotros si hubiéramos realmente estado en esa situación? Ese interrogante que es contrafáctico, en cambio podría responderse con las siguientes preguntas: ¿Cómo actúo yo en situaciones similares? ¿Persigo yo a Jesús? La respuesta es más que obvia. Responderíamos al unísono que NO.
Pero en cambio, si pregunto cómo actuamos nosotros hoy en determinadas situaciones, quizás la respuesta no sería tan sencilla. Si se pregunta si siempre decimos que somos realmente cristianos, o hay veces que al igual que Pedro lo negamos; si siempre defendemos a los más humildes o algunas veces preferimos mirar para el otro lado como hizo el fariseo en la parábola del buen samaritano. Si realmente nos comprometemos a trabajar por Cristo y su Iglesia o decimos que no tenemos tiempo. Seguramente hay muchas preguntas más que podemos formular y tratar de responder. Sólo que cuando Jesús le preguntó a Saulo ¿por qué me persigues? La respuesta fue contestada en los hechos de amor y compromiso de Pablo hacia Jesús y la humanidad toda. Esa pregunta también espera una respuesta similar de tu parte hoy y sin dudas que valdrá la pena.Que así sea. Amén.
Rubén Mohr Hechos 9,1-9