El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.

Lucas 12,53

La sociedad judía, a la que Jesús pertenecía, mostraba una decadencia tan grande en lo que a valores morales se refería. Y para comenzar una enseñanza hacia el cambio, el Señor apeló a lo que el profeta Miqueas dijo ocho siglos antes. (Miqueas 7,6)

Para Jesús esa decadencia empezó con la fractura ética dentro de la propia familia que, como en los días de Miqueas, estaba haciendo estragos de orden social. Lo sigue haciendo hoy, dos mil años después. Esta crítica fue empleada por Jesús como ejemplo para que los discípulos llegaran a entender el carácter de su misión en una parte muy importante: su venida ha sido para separar el trigo de la paja; su mensaje debe llegar como una espada que pone a cada cosa en su sitio, porque lo bueno y lo malo no deben estar mezclados creando confusas interpretaciones.

Las enseñanzas de Jesús fueron mediante palabras claras, que no confunden. El autor de la carta a los Hebreos lo registró al decir que “Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos…” (4,12a)

El corazón de todo aquel que lo oiga debe tomar partido. Si decide seguir a Cristo debe hacerlo “con todo” dejando en segundo plano hasta sus más caros afectos personales; si la incomprensión familiar lo hiciera necesario. Con emoción suelo recordar cuando un estudiante y candidato al pastorado me confesó su pena porque sus padres no lo comprendieron cuando se convirtió al Evangelio y lo echaron de la casa…

– “¿Cómo? ¿Estás seguro?” – le pregunté.

– “Sí, y cuando empecé a estudiar teología, mamá vendió mi casa” – comentó – porque era único hijo.

¡Claro que cuesta mantenerse fiel! Y es verdad el aviso de Jesús: “Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14,27). Todos los creyentes lo sabemos, es algo difícil, una nueva forma de amar y servir, un distinto modo de vivir.

Tu Palabra es, oh Señor, don precioso de tu amor; que contiene con verdad tu divina voluntad. Que me dice lo que soy, de quien vine y a quien voy.” (Cántico Nuevo Nº 180)

Alicia S. Gonnet

Lucas 12,49-53

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