Ustedes han muerto con Cristo, y ya no están sujetos a los poderes que dominan este mundo.

Colosenses 2,20a

En este texto lo que más me impactó, fue la afirmación “Ustedes han muerto con Cristo”. Es entonces que me pregunto: – yo, ¿morí con Cristo?

Estoy plenamente convencido de que Jesús murió para que yo viva, pero también me doy cuenta de que muchos aspectos de mi persona tienen que morir para estar plenamente libre. Estoy atado por reglas, costumbres y tradiciones que no siempre conducen al Reino de Dios.

Desde muy joven recuerdo haber participado en largos debates acerca de cómo pesan nuestras tradiciones y formalismos. Hoy, con mis 57 años, veo que este tema sigue estando dentro de nuestras preocupaciones. Claro, la Iglesia está formada por personas, y si esas personas no morimos con Cristo, la Iglesia tampoco lo hará y terminará sujeta a los poderes que dominan este mundo.

Seguramente alguna vez han oído el relato de aquel padre que, para entretener a su hijo, toma una hoja de revista donde estaba el dibujo de la tierra, la corta en varias partes, y se la da al niño para que la arme. Éste resuelve rápidamente el desafío, sorprendiendo a su padre que le pregunta cómo hizo. El niño explica que del otro lado de la hoja había un hombre, entonces armó al hombre, y de esa manera quedó armada la tierra. Yo cambiaría la imagen de la tierra, por la de la Iglesia.

Querido Dios, te pido que nos des la confianza necesaria para que dejemos que nuestro viejo hombre muera con Jesús, y así demos paso a una nueva vida, que fluya como agua cristalina hacia tu Reino.

Alejandro Faber

Colosenses 2,16-23

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