“Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para sacudirlos como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes”.

Lucas 22,31-32

La vida no siempre es llana. Los altos y bajos en nuestra vida de fe son una constante. Muchas veces, cuando nos sentimos agobiados, pensamos que Dios no está con nosotros. Las injusticias nos punzan en el corazón y nos invade la soledad, por más personas que tengamos a nuestro alrededor.

Así también lo sintieron los mismos discípulos en varias oportunidades. Jesús mismo pensó que Dios lo había abandonado cuando estaba en la cruz. Sin embargo, la promesa que él nos hace junto a sus discípulos, la de rogar al Padre por cada uno de nosotros para que no nos falte la fe, nos acompaña cada día. Así es como se produce el milagro de que podemos salir de los “bajos”, no por nuestra propia fuerza, sino por la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

El regalo de su ruego por nosotros no queda en un regalo nomás, como si fuese privado. Nos desafía a un mandato: cuando vivimos momentos de esa fe “elevada”, ayudemos a nuestros hermanos a permanecer firmes. La fe no la debemos esconder, sino que la debemos compartir con los que nos rodean, animando, consolando, ayudando a construir un mundo mejor, más alegre y solidario, haciendo sentir que el reino de Dios está en medio nuestro.

Dios: Ayúdanos a hacer tu voluntad, aun en momentos difíciles, y guárdanos siempre en tus manos. Amén.

Inés Schmidt

Lucas 22,31-38

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print