Yo soy el Señor tu Dios, mi nombre es Señor Todopoderoso; yo agité el mar y surgieron las olas, extendí el cielo y afirmé la tierra. Yo puse en tu boca mis palabras y te protegí al amparo de mi mano. Yo dije a Sión: “Tú eres mi pueblo.”

Isaías 51,15-16

Es verdaderamente maravilloso para los cristianos haber sido es-cogidos para ser el pueblo de Dios. ¿Pero, comprendemos de verdad lo que esto significa? Ser el pueblo escogido por Dios o ser el pueblo de Dios significa obtener grandes beneficios de parte de Dios para nosotros, pero implica también grandes responsabilidades de nosotros para con él.

Ser pueblo de Dios, en primer lugar, significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo, y esa invitación va dirigida a todos, sin distinción, porque su misericordia “quiere la salvación para todos”.

Jesucristo dio su vida por amor a nosotros y por lo tanto debemos obedecerle por amor a él. Pero, además, en agradecimiento por su sacrificio y su perdón. Debe ser algo recíproco. No es opcional. Lo que sí es opcional, es aceptarlo o no. Dios no obliga a nadie, pues si lo hiciera iría en contra de sus propios principios, porque él nos dio libre albedrío.

Escuchen aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, aquellos que son temerosos o los indiferentes, quienes piensan que ya no pueden cambiar: ¡el Señor también te está llamando a ti a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor! ¡Él nos invita a ser parte de este pueblo!

Gladis Gomer

Isaías 51,9-16

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