¡Fíjense bien! El Señor todopoderoso les quitará a Jerusalem y a Judá toda clase de proveedores y toda provisión de agua. Hará desaparecer al valiente, al guerrero, al juez, al profeta, al adivino, al anciano, al capitán, al aristócrata, al consejero, al mago y al brujo, y les pondrá por jefes a unos muchachos; unos chiquillos los gobernarán.
Isaías 3,1-4
Sin lugar a dudas se trata de una situación caótica, anárquica: No habrá provisiones, tampoco nadie que tenga capacidad para dirigir al pueblo.
Si bien esta situación será obra del Señor, pues será él quien dé lugar a semejante crisis, vale señalar que la misma tiene su génesis en el pecado de las autoridades del pueblo de Israel. Dominados por su ambición, ellos son los responsables directos de crear un sistema económico y político corrupto que generó concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos, altos impuestos a las ganancias de los trabajadores, expropiaciones, consumo desenfrenado de unos pocos, intrigas de poder.
¡El Señor rechaza todo esto! Y la forma en que el Señor hace justicia es quitándole a ese sistema todo sustento: no más provisiones, no más gobernantes. Cuando algo es injusto, lo mejor es dejarlo caer.
¿Será el fin? Quien sabe… Las crisis – cualquiera de ellas: las sociales, políticas, económicas, familiares, personales – pueden ser también una oportunidad de comenzar de nuevo una vez más. Pero para ello es importantísimo y fundamental encontrar las simientes de nuestros errores. ¿Seremos capaces? Si lo somos, tendremos oportunidad de empezar de nuevo, y para bien.
¡Ayúdanos, Señor! Que tu juicio sea fuente de recapacitación en cada uno de nosotros. ¡Que así sea! Amén.
Leonardo Schindler
Isaías 3,1-15