Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor….
2 Tesalonicenses 2,13
En su segunda carta a los Tesalonicenses, Pablo les escribe para consolarlos debido a la persecución que sufren, y exhortarlos para confrontar a las personas que a pesar de llamarse cristianas, no viven conforme al evangelio y la fe que dicen tener. En medio de esta carta, se encuentra un pasaje maravilloso, una oración llena de afecto por Dios y por sus hermanos: “Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, porque Dios los ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. Fue para esto que Él los llamó mediante nuestro evangelio, para que alcancen (ganen) la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estén firmes y conserven (retengan) las doctrinas que les fueron enseñadas.
Si hay algo por lo que siempre debo agradecer es por la misericordia de Dios hacia mis hermanos, y no solo a mí, y ahí viene algo muy difícil en el ser humano que es dejar nuestros rencores, diferencias y divisiones y saber que todos somos hijos de Dios. Debemos ser agradecidos por cada uno de nosotros, poniendo a los demás en primer lugar. Este texto nos recuerda que es necesario amarnos los unos a los otros.
Otro punto muy importante que Pablo expresa es que, si pretendemos alcanzar la gloria de nuestro Señor, debemos estar firmes y conservar las doctrinas bíblicas. Y esto nos devuelve a nuestras conductas de vida donde debemos incorporar la lectura en nuestros hogares, la necesidad de participación en los cultos y la vida comunitaria en nuestras Iglesias.
Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, anime sus corazones y los mantenga a ustedes constantes en hacer y decir siempre lo bueno. (2 Tesalonicenses 2,16-17)
Guillermo A. Mohr
2 Tesalonicenses 2,13-3,5