… Llamaron a los apóstoles, los azotaron y les prohibieron seguir hablando en el nombre de Jesús; después los soltaron. Los apóstoles salieron de la presencia de las autoridades muy contentos, porque Dios les había concedido el honor de sufrir desprecios por causa del nombre de Jesús.

Hechos 5,40-41

¿Qué locura es ésta? ¿Alegrarse por ser azotados? Qué historia tan rara. ¿Y si nos tocara a nosotros? ¿Podemos hacer el ejercicio de imaginarnos en tal situación?

Los apóstoles fueron llevados donde el sumo sacerdote y su asamblea, por desobedecer la prohibición de predicar a Jesús. Estaban hartos de ellos y querían condenarlos a muerte. Pero, en el último momento, interviene Gamaliel, aconsejando su liberación y dejar el asunto en manos de Dios, quien prosperaría o destruiría la obra según sea o no de Él.

Los apóstoles se van alegres, no por haber escapado de la muerte, sino por verse siguiendo el mismo camino de su Maestro. No buscaban el sufrimiento, mas éste fue la consecuencia de su seguimiento fiel; sí, porque no es posible seguir a Cristo sin despertar la ira y el odio de las legiones de la injusticia y el desamor, de los que viven a costa de la desventura ajena. Sin embargo, quien se opone a la obra de Dios y a sus enviados, nunca prevalecerá.

Hoy en día todos queremos vivir felices, tranquilos y en abundancia. También era así en los tiempos apostólicos. No hay nada reprochable en ello. Pero, ¿qué nos pasa, qué sentimos al ser testigos de la maldad que reina a nuestro alrededor?

Señor, ayúdanos a ser fieles a tu llamado; a seguirte firmes, sin temor, confiando en tu ayuda. Amén.

Robinson Reyes Arriagada

Hechos 5, 34-42

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print