11º domingo después de Pentecostés, 20º en el año

¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¡A mi hija la atormenta un demonio!

Mateo 15,22 (RVC)

¡Cuánta enseñanza podemos sacar de este texto! Quiero quedarme y compartir con ustedes, amigos lectores, solo una: la victoria de una madre intercesora.

A través de su actitud, ella nos hace ver que la necesidad nos lleva a orar por nosotros y que el amor nos hace orar por los demás, como ella lo hizo por su hija. Podemos ver que una madre intercesora no se amilana ante los obstáculos: era mujer, pagana, Satanás estaba en su contra, los discípulos también y parece increíble, pero hasta Jesús mismo, con su silencio y su respuesta parecían querer hacerle bajar los brazos.

Sin embargo, ante la insistencia de sus ruegos, consigue su objetivo y Jesús elogiando su fe responde a su pedido, sanando a su hija.

La madre de Agustín de Hipona, el cual, antes de ser Obispo, era un “calavera” consumado, oró por su hijo por espacio de 30 años hasta que finalmente él se convirtió. Agustín mismo nos dejó esta frase: “La fe es creer en lo que no vemos y la recompensa de la fe es ver lo que creemos”.

Tanto la madre de Agustín como la mujer cananea pudieron experi-mentar en sus vidas la recompensa de la fe.

Amigo/a ore sin desmayar, no solo por usted, sino por los demás. Padres, en este mundo lleno de “demonios”, oren por sus hijos, luchen por ellos, no descansen hasta que sean salvos.

¡Oh, qué amigo nos es Cristo! Él llevó nuestro dolor, y nos manda que llevemos todo a Dios en oración. (Canto y Fe Nº 215)

Omar Darío Dalinger

Salmo 67; Isaías 56,1.6-8; Romanos 11,1-2a, 29-32; Mateo 15, [10-20] 21-28

Agenda Evangélica: Salmo 122; Éxodo 19,1-6; Marcos 12,28-34; (P) Romanos 11,25-32

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