“¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo”.

Mateo 13,28-29

Jesús, una vez más, nos habla de su propuesta de Vida a través de una parábola, la parábola del trigo y la cizaña. Sabemos que en las primeras etapas del crecimiento la cizaña y el trigo son muy parecidos, resultando casi imposible notar la presencia de la cizaña entre el trigo, reconocer la presencia de “lo malo” entre “lo bueno”. Cuando en ambas aparecen los granos, las diferencias quedan expuestas.

Los obreros no logran entender la mezcla de granos en el campo, “lo malo” mezclado con “lo bueno” y ofrecen una solución práctica, pero el sembrador (Jesús) les pide paciencia y fe. No se puede arrancar una sin dañar la otra, porque sus raíces están entretejidas. Deben crecer juntas hasta el tiempo de la siega, donde la hierba inútil será descartada y el trigo será recogido como abundante cosecha.

La cizaña sembrada por el “enemigo” no debería ser el centro de atención de la lectura de esta parábola, sino ver la mano de Dios que busca, de diferentes maneras, salvar la abundante cosecha. Ese trigo que, aún en medio de tanta maldad, no detuvo su crecimiento, sino que se abrió a la vida y permaneció fiel a su misión.

Padre, ayúdanos a crecer de manera “creativa” en este mundo, para poder así re-crear nuestra realidad y ser aquello que nos llamaste a ser, hombres y mujeres de bien, aunque prevalezca la cizaña. Amén.

Soraya Pereyra

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