¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!

Juan 2,16b

Nos encontramos en el tiempo de cuaresma, un tiempo para fijar nuestra atención en todo lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. El evangelio de Juan nos muestra cómo el templo se había convertido en el gran mercado de Jerusalén.

Mercado, lugar donde hay compra y venta de productos. Por lo general el mercado está ubicado en lugares llamativos, donde justamente concurre mucha gente. En este relato vemos que se está aproximando la fiesta de la Pascua y por eso había muchos peregrinos que iban a Jerusalén, judíos que iban a ofrecer sacrificios a Dios, porque así dictaba la ley. Por eso el templo pasó a ser el gran mercado en donde se podía comprar los animales considerados puros para dar en sacrificio, por ende, eran los más caros, pero aseguraban que serían aceptados por ser comprados allí. Jesús ve el templo como una cueva de ladrones, donde hay abuso y robo. Jesús se enoja y clama: “¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!”

Hoy en día muchos templos también se han convertido en un mercado, cuando se los decora con cosas inútiles, como por ejemplo un show de luces y sonidos, o cuando se repite la frase: “Cuanto más ofrendes, más Dios te va a ayudar”, sólo con el fin de atraer gente. Nos olvidamos de que su importancia no pasa por allí.

Queridos/as lectores/as, quiera Dios que nuestros templos sean verdaderas casas de encuentro con Él y la comunidad toda, que esté siempre al servicio del prójimo. Amén.

Rufina Rapp

Salmo 19; Éxodo 20,1-17; 1 Corintios 1,18-25; Juan 2,13-22

Agenda Evangélica: Salmo 34,16-23; 1 Reyes 19,1-8(9-13a); Efesios 5,1-2(3-7)8-9 (P); Lucas 9,57-62

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