7º domingo después de Pentecostés, 14º en el año

Jesús estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.

Marcos 6,6

Debe haber poca gente a la que le guste un cuestionamiento o una censura. Por cierto, hay quienes directamente buscan conflictos y se sienten realizados cuando puedan armar escándalos, como ciertas figuras del deporte y de los medios. La televisión está llena de pésimos ejemplos de estos ejemplares. Allá ellos. El “mortal común” no se siente bien cuando lo impugnan o desacreditan. 

A Jesús tampoco le gustó esto. En la región de Galilea, en la que creció y donde lo conocían desde pequeño y también conocían a sus familiares más cercanos, llamaba la atención lo que él decía y hacía. Sus compueblanos lo trataban con una mezcla de asombro y cierto menosprecio. En respuesta, surgió entonces la conocida frase: “El profeta no vale en su tierra”.

En la iglesia, cuando surgen críticas o simplemente desinterés, es habitual que también los miembros más activos mermen y hasta abandonen sus intentos de movilizar, organizar, compartir, aprender, enseñar, hacer cosas con los demás y para la comunidad. En todas las comunidades, suele haber un núcleo entusiasmado que quiere llevar adelante la misión, inyectar vida a la comunidad y movilizar a los demás. Pero con frecuencia esos pocos activos se cansan por la falta de respuesta de otros y por sus actitudes negativas.

En esos momentos, es reconfortante leer Mc 6,1-6. Jesús es mirado con asombro por la gente de su pueblo, pero lo critican por ser solamente “local”. La reacción de Jesús es interesante. No muestra frustración y menos aún enojo. Tampoco abandona su misión. Deja simplemente el lugar donde aparentemente no lo quieren y va a las aldeas de alrededor. Allí continúa enseñando, sembrando su buena semilla de la cual tres cuartas partes caerán en sitios improductivos, pero una cuarta parte caerá en tierra fértil y producirá una cosecha enorme. Es la fuerza que necesitamos también en nuestra propia comunidad.

René Krüger

Salmo 123,1-4; Ezequiel 2,1-7; 2 Corintios 12,1-10; Marcos 6,1-6; Agenda Evangélica: Hechos 8,26-39

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