1º domingo después de Epifanía, 1° en el año
Sucedió que cuando Juan los estaba bautizando a todos, también Jesús fue bautizado; y mientras oraba, el cielo se abrió y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma…
Lucas 3,21-22
Siempre de nuevo nos sorprende que Jesús se dejara bautizar por Juan, ya que su bautismo era de arrepentimiento y conversión.
El bautismo de Juan estaba dirigido a pecadores. Por eso, hasta el mismo Juan quería impedírselo: “Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mateo 3,14)
Pero era necesario sumergirse en el agua para identificarse con el pueblo pecador para el cual había venido. Sí, Jesús vino para salvar a los pecadores “de los cuales yo soy el primero” habría dicho Pablo (1 Timoteo 1,15).
Dice el evangelio que el cielo se abrió (se rasgó) y el Espíritu Santo descendió de manera visible en forma de paloma. Esa paloma suspendida en el aire nos recuerda al espíritu de Dios que se movía sobre el agua en el momento de la creación.
Un espíritu que siempre estuvo presente. Que dio vida a los huesos secos en Ezequiel 37. Espíritu que como un don fue concedido a jueces y profetas en la difícil tarea de hacer oír su voz.
Dios ya no permanece distante, lejano, indiferente porque el cielo se rasgó y Dios sigue descendiendo por medio de su espíritu en cada bautismo, en cada gesto de amor, en cada voz que se levanta para decir: ¡Basta!
El Espíritu Santo sigue descendiendo para envolvernos con su fuerza, para equiparnos como a Jesús, porque también nosotros deberemos atravesar desiertos, sufrir pruebas o tentaciones.
Pero sobre todo rogamos que el Espíritu Santo descienda nos capacite para dar testimonio del amor de Dios en el día a día. Amén.
Espíritu de Dios, llena mi vida, espíritu de Dios llena mi ser. Espíritu de Dios, nunca me dejes, yo quiero más y más de tu poder. (Canto y Fe Nº 76)
Stella Maris Frizs
Salmo 29; Isaías 42,1-9; Hechos 8,14-17; Lucas 3,15-17.21-22 Agenda Evangélica: Salmo 89,2-5.27-30; Isaías 42,1-9 (P); Romanos 12,1-8; Mateo 3,13-17
