Pistas y desafíos  para una espiritualidad reformada contemporánea, contextual y transformadora

«Únicamente los valores del Espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana» La Resistencia. Ernesto Sábato, escritor argentino.

 

¿Qué significa proponer pistas y desafíos para una espiritualidad reformada contemporánea contextual y transformadora? ¿Hablaremos de “la” espiritualidad de definiciones estáticas o de una espiritualidad diversa, abierta y en construcción?¿Tendrá raíces o cadenas? ¿Será una espiritualidad para la transformación o para el statu quo?

Nos acercaremos a estas preguntas para proponer un diálogo que haga posible redescubrir una espiritualidad que nos permita seguir a Jesús desde la vivencia de una fe comprometida.

Con la ayuda de algunos autores escogidos podremos abrirnos a una temática muy amplia y presentar algunas pistas e intuiciones que nos desafíen a buscar en la Palabra, en la Historia y en las prácticas de vida y justicia de Jesús, las nuevas fuerzas que la espiritualidad aporta a las y los seguidores de Jesús.

Esta espiritualidad, aunque se propone desde una identidad reformada, pretende no quedarse solo en la Historia y la tradición, toda vez que aspira a ser contemporánea, contextual y transformadora. Por lo tanto buscaremos describir algunos rasgos para una espiritualidad reformada pertinente a las necesidades de la humanidad del siglo XXI.

A 500 años de la Reforma Protestante y unos 800 años después de la Primer Reforma de los Valdenses, seguimos afirmando que la luz resplandece en medio de las tinieblas (Juan 1,5).

Espiritualidad y Reforma

En primer lugar debemos decir algunas cosas muy elementales sobre la espiritualidad de la Reforma, si es que podemos usar ese término que a la verdad es mucho más moderno. Al mirar la vida de las personas que lideraron las reformas de la iglesia nos encontramos con opciones y discursos que desde la fe intentan responder a los desafíos de la realidad concreta de su tiempo. En sus palabras y acciones podemos intuir una perspectiva de la espiritualidad con rasgos reformados.

No hablaremos de espiritualidad como un concepto opuesto a lo corporal, a lo político, o a lo humano sino, por el contrario, como una convicción y certeza que nos permite definir nuestra acción desde una conciencia de Dios como el que da sentido a la vida humana y en la que su Espíritu y Palabra resultan elementos centrales para la comprensión de lo que Dios quiere en la humanidad. Entonces:

“La espiritualidad se nos propone como algo mucho más allá de las disciplinas conocidas por nosotros como la oración, el ayuno, la devoción personal etcétera. Se nos plantea aquí como una apertura a la obra de Dios por medio de su Espíritu. Ahora bien, el hecho que la espiritualidad se nos plantee como una apertura a la acción del Espíritu en nuestra vida no quiere decir que estemos dejando de lado las disciplinas que nos permiten ejercer o practicar la espiritualidad cristiana. La oración, la lectura de la Biblia, la meditación, la contemplación, escuchar la Palabra, la comunión y en términos generales la liturgia, son partes fundamentales del crecimiento y la nutrición de nuestra vida cristiana.” (Sergio C. Ojeda Cárcamo, ex Presidente de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina – AIPRAL, chileno, Presbiteriano)

Haciendo una aproximación a la espiritualidad reformada, Ojeda describe la importancia de la Palabra para el desarrollo de una espiritualidad Reformada y refiere que Zwinglio:

“Desarrolló una espiritualidad grandemente interior (…) [A la vez] no fue su objetivo usar la Biblia solo como conocimiento intelectual sino para penetrar el alma del creyente y tomar posesión de ella”. Es en este sentido que Zwinglio exhortaba a los creyentes: “debemos orar fervientemente, para que el Señor haga brillar la luz y palabra en nosotros.” (Sergio Ojeda)

A la vez, el reformador ginebrino, Juan Calvino, describe la relación que hay entre la Palabra, la obra del Espíritu Santo y la unión del ser humano con Jesús:

“La Palabra es el instrumento con el cual el Señor dispensa en sus fieles la iluminación del Espíritu (…) Por el Espíritu Santo Cristo nos une a Él y nos comunica sus gracias” (Juan Calvino, reformador, francés)

En Calvino la Palabra resulta central, sin embargo, en términos de espiritualidad:

“El verdadero centro del calvinismo no está en la predestinación o en los derechos eternos de Dios, sino en la unión mística entre Cristo y el creyente (…) Para Calvino esta relación mística con Cristo tiene su comienzo en el Bautismo. Con el Bautismo nos aseguramos que estamos tan unidos a Cristo que llegamos a compartir todas sus bendiciones.” (Sergio Ojeda)

Veremos luego las consecuencias de esta afirmación en cuanto a la relación con las demás personas, en especial con las personas más sufridas. Pero mientras tanto, digamos que un aspecto muy importante en la espiritualidad reformada es la experiencia de la comunidad de fe:

“La espiritualidad en el pensamiento de Calvino tiene también un fuerte componente eclesial. Fue él quien proyectó la imagen de la Iglesia como “madre de creyentes”. Aunque fue Cipriano quien expresó más vigorosamente el rol maternal de la iglesia en su clásica afirmación: “no puede tener a Dios como Padre quien no tenga a la Iglesia por madre”, Calvino la actualiza y la aplica en el entorno del Siglo XVI como una muestra de esta relación iglesia-espiritualidad. (…) En el concepto de espiritualidad de Calvino no cabe la imagen de un individuo solo, luchando para ser más piadoso. (…) Para Calvino, dentro de la iglesia el agente primario del crecimiento espiritual es la predicación de la Palabra.” (Sergio Ojeda)

Calvino también prestó especial atención a la Palabra de Dios -leída y proclamada- en el contexto de la iglesia (asamblea). De hecho, decía que las marcas de la iglesia estaban relacionadas, precisamente, a la fiel predicación del Evangelio y a la adecuada administración de los sacramentos.

Para plantear una espiritualidad reformada, contemporánea, contextual y transformadora es necesario releer la Biblia, las tradiciones y dotar de renovado significado nuestra vida cúltica y devocional:

«El culto y los sacramentos desempeñan un papel fundamental en la formación de la espiritualidad transformadora y la misión. Leer la Biblia en forma contextual es asimismo un recurso esencial a la hora de capacitar a las congregaciones locales para que sean mensajeros y testigos de la justicia y el amor de Dios. La liturgia en el santuario solo tiene plena integridad cuando vivimos concretamente cada día la misión de Dios en nuestras comunidades. Así pues, las congregaciones locales están obligadas a abandonar sus costumbres y atravesar las fronteras en nombre de la misión de Dios.» (Consejo Mundial de Iglesias – CMI)

La vida cúltica se vive desde la iglesia y para el servicio en el mundo, por lo cual la participación en la comunidad de la fe no resulta aleatoria u opcional en el pensamiento reformado. Es desde una vivencia comunitaria de la fe que se disciernen los caminos de misión y se acompañan las luchas en favor de las personas más afligidas. También desde allí se asumen las reformas necesarias de la vida personal y comunitaria:

«Esta manera cristiana de vivir es una vida de seguimiento [y el] llamado de la espiritualidad cristiana es un llamado a pertenecer a una comunidad cristiana visible y local. No hay nada en el Nuevo testamento que indique que la espiritualidad cristiana es un llamado a vivir aislado de cualquier comunidad cristiana. La espiritualidad cristiana se desarrolla en la comunión fraternal. Si bien cada individuo debe responder personalmente al llamado de Jesucristo, ese llamado exige que nos unamos a la comunidad de creyentes cristianos. En otras palabras: la auténtica espiritualidad cristiana ha de tener un carácter eclesial (…)  Toda espiritualidad cristiana auténtica tiende la mano y es solidaria con todos, sin discriminaciones de ningún tipo y preferencialmente a partir de los que sufren.  (Tony Brun, Menonita, uruguayo)

Por esto la espiritualidad reformada, aunque eclesial y comunitaria, no es encerrada ni sectaria. La perspectiva reformada de la espiritualidad enfatiza que la misma debe ser hacia afuera y no solo hacia adentro de nosotros:

«Para experimentar la presencia de Dios primero debemos mirar hacia afuera de nosotros, más allá de nuestra experiencia puramente personal, individual. Este acercamiento, en nuestra opinión es un llamado a vivir nuestra espiritualidad en comunidad. Somos cristianos en comunidad y no necesariamente en la soledad personal. la espiritualidad reformada no está centrada en nosotros, sino está centrada en Dios (…) se vive aquí en medio de la realidad que Dios nos ha permitido vivir. Dios actúa en este su mundo, y es aquí donde nos ha correspondido ser sus testigos. (Sergio Ojeda)

Quizás por eso Cervantes Ortiz afirma que “ser reformado es una actitud espiritual”, a la vez que destaca que la espiritualidad reformada percibida en Calvino era radical y revolucionaria, en la búsqueda del rostro de Dios en la historia y en la búsqueda de liberar a la religión del dominio de los poderosos.

La convicción reformada de una espiritualidad pertinente al contexto ve la acción de Dios tanto en lo ordinario como en lo extraordinario y tanto en los tiempos buenos como en los que conllevan mayor complejidad. Porque en todos los casos:

«Dios por medio de su Espíritu, nos fortalece en momentos difíciles. Nos permite tener esperanza en medio de la desesperación de nuestro entorno. Permite que nuestra fe no se agote en el seguimiento de Jesucristo.” (Sergio Ojeda)

Leopoldo Cervantes Ortiz, citando el pensamiento de Ofelia Ortega, primera pastora presbiteriana de Cuba (1967), ex presidenta del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), plantea las mismas características de la espiritualidad reformada:

“Es una espiritualidad hacia fuera, no está centrada en nosotros, sino en Dios. Es una espiritualidad que hay que vivirla en la realidad, en el tiempo y con las personas que nos ha tocado vivir. Es una espiritualidad que reconoce la presencia y la obra del Espíritu Santo en lo ordinario y en lo extraordinario, que valoriza la teología de la vida cotidiana y es una espiritualidad que habla de la presencia de Dios en los buenos tiempos y en los malos tiempos, [y] que tiene presente la teología de la esperanza. (Leopoldo Cervantes Ortiz, Presbiteriano, mexicano)

En el año 2006 Ofelia Ortega escribe en Signos de Vida (CLAI) una reseña sobre la Asamblea General del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) realizada en Porto Alegre, Brasil. Refiere que tan importante evento reunió a más de cuatro mil participantes, incluidos más de setecientos delegados y delegadas de las trescientas cuarenta y ocho iglesias miembros del CMI, además de representantes y observadores de otras iglesias, organizaciones y movimientos. En aquella magna ocasión, según afirma, sucedió algo importante en relación a la temática de la espiritualidad. Dice: 

“Al aprobar cambios sustanciales en sus prioridades y cultura de trabajo, el Consejo Mundial de Iglesias finalizó su Asamblea con un culto de Adoración el jueves 23 de febrero en Porto Alegre, y acordó dar prioridad a la espiritualidad, la formación ecuménica, el trabajo por la justicia en el mundo y el testimonio profético.” (Ofelia Ortega, Reformada, cubana)

Y agrega:

«El discurso científico de la Teología Latinoamericana ha avanzado dentro de una mística o espiritualidad que precede, ambienta o da sentido: la presencia del crucificado en los pobres y en la práctica de la Iglesia, para que todos los seres humanos vivan como hermanos y hermanas. Solo una experiencia mística puede ser la fuente que permita una nueva lectura de la realidad y un redescubrimiento del Evangelio como buena noticia para las personas pobres.” (Ofelia Ortega)

En este sentido la espiritualidad que buscamos en América Latina debe ser:

«Reconciliadora e integradora;

Encarnacional;

Enraizada en las escrituras y nutrida por la oración;

Vivificante y liberadora;

Enraizada en la comunidad y centrada en la eucaristía;

Abierta a la más amplia “oikoumene” y en relación con las diversas espiritualidades que enriquecen hoy la vida de nuestras iglesias.»

(Ofelia Ortega)

Este tipo de espiritualidad no es barata ni gratuita, ni se construye con superficialidades,

«Sabemos, porque este es el testimonio del martirologio latinoamericano, que es siempre una espiritualidad costosa y sacrificial, que se expresa en servicio y testimonio.” (Ofelia Ortega)

Lo que denominamos una espiritualidad reformada contemporánea, contextual y transformadora exige asumir los costos de un compromiso semejante, con la misma convicción que percibimos en la vida y propuestas de las y los mártires de la Reforma, que estaban dispuestos a darlo todo por sus convicciones de fe. La conciencia de aquellas personas:

“… estaba dominada también por la certeza en que la voluntad de Dios debía realizarse en el mundo contra viento y marea, es decir, en medio de los conflictos ocasionados por la lucha entre los diversos intereses humanos. Como humanista que fue, Calvino no dejaba de reconocer la centralidad de lo humano para Dios, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que la integralidad de la vida humana y de la sociedad debía traducirse en una espiritualidad eminentemente inclusiva en todos los sentidos.” (Leopoldo Cervantes Ortiz)

Por esto, la espiritualidad reformada contemporánea en clave de transformación debe procurar cambios en el pensamiento y en las prácticas:

«para superar los dualismos impuestos por los hábitos mentales del ambiente: la superioridad del alma sobre el cuerpo (de origen platónico), la separación esquizofrénica entre la Iglesia y los asuntos políticos (fruto de la mentalidad liberal) o la creencia en que la otra vida es el espacio definitivo de la bendición plena de Dios (en demérito de la importancia de esta vida como espacio de gracia).” (Leopoldo Cervantes Ortiz)

Y agrega:

“El potencial de la fe debe ser llevado hasta sus últimas consecuencias, esto es, debe desdoblarse creativamente para convertirse en una fuerza de motivación, alegría y entusiasmo para transformar las condiciones de la existencia humana. Una humanidad liberada de la tutela papal y de la tiranía institucional de cualquier iglesia o institución alienante puede llevar hasta el final el dominio de Dios sobre todas las áreas del quehacer humano. Esta es la premisa principal de la espiritualidad reformada. Por ello, todas las prácticas espirituales y litúrgicas pueden y deben reflejar las posibilidades de una espiritualidad como instrumento de cambio y consolidación de la voluntad divina en el mundo, comenzando con la oración.” (Leopoldo Cervantes Ortiz)

Ya vamos viendo que, en estas perspectivas, una espiritualidad reformada que aspire a ser contextual y transformadora plantea varios desafíos a la comunidad de fe y a cada creyente; especialmente porque llama realizar una introspección que permita discernir los elementos de la identidad que requieren ser reafirmados, así como aquellos que deben descartarse o ajustarse para resultar pertinentes a una realidad de mundo tan distinta a la experimentada por los reformadores, o por nuestros abuelos el siglo pasado.

La cuestión de la pertinencia resulta crucial, porque el mundo de hoy requiere de una espiritualidad que responda a los desafíos de la época que vivimos, a la vez que requiere de la fuerza de un espíritu que genere cambios como lo hizo durante la reforma valdense, la del Siglo XVI y las que vinieron después. En este contexto es desafiante traer a la memoria palabras del teólogo taiwanés Choan-Seng Song, ex presidente de la Alianza Reformada Mundial (actual Comunión Mundial de Iglesias Reformadas-CMIR):

“¿Podemos, como hijas e hijos de la familia reformada, seguir ese Espíritu que sopla donde quiere? ¿O nos quedaremos atrás? ¿Pueden ser renovadas nuestras iglesias y congregaciones por ese Espíritu para ser una fuerza espiritual en nuestra comunidad? ¿O se nos privará de él y quedaremos paralizados por nuestros credos, tradiciones y estructuras? ¿Podemos, como Alianza Reformada Mundial, recibir la vitalidad que nos da el Espíritu para ser portadores de esperanza y artesanos del futuro? ¿O pasará de largo dejándonos indefensos, sin recursos, y fuera de la benevolencia de Dios? (…)

La espiritualidad reformada hoy se enfrenta a varios problemas: primero, como redefinir el balance entre individualidad y colectividad, con el fin de relanzar la misión de la Iglesia a personas y comunidades; segundo, ante la dictadura del mercado globalizado, para recuperar no solamente la autoestima de las personas sino su dignidad más allá del consumo; tercero, ante la posmodernidad, que relativiza las creencias y la fortaleza de las relaciones. En suma, la espiritualidad reformada se levanta con la certeza de la fidelidad de Dios a su pacto para, desde esa confianza que propicia el Espíritu, “inyectarla” a todas las áreas de la existencia. Con un fuerte acento autocrítico:

A todas estas preguntas debemos responder con un fuerte «No» o un «Sí»: No, a nuestra propia complacencia, y un Sí al Espíritu que sopla donde quiere; No a nuestro propio egocentrismo, y Sí al Espíritu que siempre va delante nuestro; No a nuestro espíritu de cobardía y Sí al Espíritu que lleva a Jesús a enseñarnos a orar, diciendo: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.

Por consiguiente, ser reformados es reclamar el Espíritu que sopla donde quiere. Ser reformado es renovar nuestra entrega a Jesús (…) Y ser reformado es unirse a ese Espíritu en la aventura de la fe en el siglo venidero. Avancemos, pues, desde aquí hacia el futuro de Dios, inspirados e investidos por ese Espíritu de Dios que sopla donde quiere.” (Choan-Seng Song, citado por Leopoldo Cervantes Ortiz)

Lic. Jorge Daniel Zijlstra Arduin

Esta reflexión es solo una parte de una presentación más extensa presentada en el contexto del Encuentro Continental de la Juventud de AIPRAL,  XII Asamblea General de AIRPAL En la presentación original se traba-jan también las siguientes temáticas: el nudo de la ruaj, espiritualidad y espíritu de Jesús, espíritu de pobres, espíritu y profundidad, espíritu y nostalgia (saudade), espíritu y transformación, hay que reformar la vida, espiritualidad desde la juventud y espiritualidad y ética. El ensayo completo puede ser solicitado al autor es-cribiendo a zijlstra.jorge@gmail.com

Jorge Daniel Zijlstra Arduin es teólogo y pastor, argentino, ordenado en las Iglesias Reformadas de Argen-tina y sirviendo en Puerto Rico -en la Presbyterian Church USA (PCUSA)- desde hace 17 años. Jorge realizó sus primeras prácticas pastorales en la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) y fue parte del grupo que dio inicio a los trabajos en Florencio Varela mediante labores en La Casona y el comedor comu-nitario que se desarrollaba cercano a esas facilidades.

 

Para ver el listado completo de las Reflexiones y Recursos CLICK AQUI

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