Recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios. Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre.

Romanos 15,7-9

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Luego de la vida, pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el miedo y terror a los romanos y autoridades del templo obligó a los discípulos a esconderse por el peligro que sentían y el riesgo que corrían sus vidas. En la primera comunidad formada por ellos comienzan a integrarse personas nuevas llamadas por el Espíritu Santo, entre ellas Saulo de Tarso (perseguidor de los cristianos) a quien Jesús presentándose ante él, le cambia el nombre a Pablo. Éste entiende que la misión que le fue encomendada es llevar el Evangelio a todos aquellos que no formaban parte del pueblo de Israel, convocando y explicando a los “distintos” sobre el amor y la inclusión de éstos en el plan de salvación de Dios. Tratando de cumplir lo que las profecías anunciaban “por tanto yo te confesaré entre los gentiles…”

En la actualidad la mayoría de los cristianos del mundo pertenecemos a este grupo el de los “gentiles”, es decir no israelitas, formando parte también del pueblo elegido por Dios para ser salvos. Ahora, ¿será que somos conscientes de esto? ¿Que el Evangelio, la buena noticia, es también para nosotros? ¿Que Pablo a través del Espíritu Santo fue guiado a nuestros más lejanos antepasados como hermanos en Cristo para que creamos en el Salvador?

Hoy te invito a volver a recuperar algo que hemos perdido. Lee el Evangelio, redescúbrelo, y anuncia a otros las maravillas que Jesús ha obrado. Te invito a ser testigo de la buena noticia que Dios trajo al mundo en su hijo Jesús.

Señor, que pueda ser, instrumento de tu paz, donde haya odio, que yo ponga el amor. Donde ofensas hay que yo brinde el perdón donde hay discordias, que yo ponga la unión.

Narciso Weiss

Romanos 15,7-13

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