El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes. Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y mi gloria te seguirá.

Isaías 58,6-8

Qué lindo comenzar un nuevo mes (el último del año) con este tex-to. Nos habla de una forma particular de ayuno que no queda en lo personal, en el privarnos de ciertas cosas materiales, sino en cómo podemos involucrarnos en la vida de los demás, especialmente de los que padecen distintos sufrimientos.

En este sentido, el Adviento tiene sus semejanzas con la Cuaresma, donde nos preparamos: en el Adviento para hacer memoria de la encar-nación de Dios en el Niño Jesús, en la Cuaresma para hacer memoria de la pasión, muerte y resurrección de ese mismo Dios hecho ser humano.

Así tenemos una doble invitación para esta época: Por un lado, dejar aquellas cosas (materiales y no materiales), preocupaciones innecesa-rias, que nos quitan tiempo para compartir con los demás, con nuestros seres queridos, cosas que quizás ni necesitamos, como así también ac-titudes que no ayudan a edificarnos como personas. Y por otro lado, involucrarnos y encarnar nuestra fe en el Jesús Resucitado con acciones concretas, volviéndonos “luz y sal” para nuestros prójimos.

Pan al hambriento puedes dar, la voz del mundo puedes ser, can-ción al triste entonar, tu casa al solitario abrir. (Canto y Fe N° 319)

Joel A. Nagel

Isaías 58,1-14

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