Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le ha sido dicho de parte del Señor.

Lucas 1,45

Hay ocasiones en las que nos preguntamos sorprendidos por qué nos sucedió tal cosa, buscando el remedio inmediato echándole la culpa o responsabilizando a alguien. Pero hay que ser consciente de que muchos de los acontecimientos de nuestra vida no son fruto de la casualidad, sino que son el resultado de decisiones. Si nos quedamos de brazos cruzados frente a las situaciones que queremos que cambien, difícilmente ellas cambien, pues no estamos haciendo nada para que eso suceda.

Si hay algo de positivo de las circunstancias que vienen en contramano, es que pueden transformarse en una buena oportunidad para aprender. Pero si nos encerramos y buscamos siempre el modo de justificarnos, queriendo demostrar que tenemos la razón, también nos perderemos esa posibilidad y por lo tanto corremos el riesgo de caer nuevamente en el mismo pozo.

Tenemos la oportunidad de sanar diariamente, tomando decisiones que nos lleven a mejorar nuestros vínculos y nuestra vida, para así aferrarnos más a Dios y a quienes nos rodean. Depende de la actitud que tengamos. Si nos decidimos a ponernos en camino, o si por el contrario nos quedamos esperando a que el destino nos presente algo nuevo.

Somos arquitectos de nuestro destino, por lo que debemos asumir las riendas del camino que vamos surcando día a día.

A veces Dios no cambia las circunstancias, pero las circunstancias sí, pueden cambiarnos a nosotros.

Eugenio Albrecht

Lucas 1,39-56

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