Jesús le dijo: “Vuelve a casa; tu hijo vive.” El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue.

Juan 4,50

Una señal, un milagro… obediencia y fe van de la mano.
Jesús siempre llega primero facilitando el encuentro, como vemos en este texto del Evangelio. El encuentro entre el Nazareno y el capitán romano quien le rogó que sanase a su hijo enfermo no fue en vano. Las palabras de Jesús lo alientan, pues él cree en lo que Jesús le dice y pudo ver el milagro al llegar a su casa.
Cuántas veces caemos en la desesperanza en medio de nuestros problemas y nos olvidamos que existe una solución. El encuentro personal con el Señor es la clave para todo; y la fe obra los milagros, quizás sea necesario esperar un poco para ver cumplida nuestra petición.
¿Cuál es la solución?
Aquí va: “mirar al Señor, quien siempre se anticipa y viene a nuestro encuentro para que le entreguemos todo lo que nos pesa y preocupa en sus manos”, y luego confiar como el capitán romano.
En Su Presencia todo se resuelve de acuerdo a su voluntad. Veamos cada circunstancia como una oportunidad en la que Dios se manifiesta y sale a nuestro encuentro. Busquémoslo en la oración sabiendo que Él nos está esperando.
He atravesado momentos difíciles; hoy les puedo decir que siempre hay una razón por la que nos suceden las cosas, y cada circunstancia tiene un lado positivo que nos acerca a Dios, nada sucede por casualidad. Que podamos decir como el capitán romano: “Señor, ven pronto antes que sea tarde”; y el Señor responderá: “Vuelve a casa, tu problema está solucionado”.

Amalia Elsasser

Juan 4,43-54

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print