Cuando Pablo le habló de una vida de rectitud, del dominio propio y del juicio futuro, Félix se asustó y le dijo: -Vete ahora. Te volveré a llamar cuando tenga tiempo.

Hechos 24,25

Nos detenemos a pensar en algún momento de nuestra ajetreada vida en ¿nuestra vida? Pero, por sobre todo… ¿en nuestra vida ante los ojos del Señor?

Pablo menciona tres situaciones: la rectitud, el dominio propio y el juicio futuro.

Rectitud: ¿somos capaces de seguir las instrucciones de Dios reveladas a través de su palabra? ¿O preferimos ir eligiendo caminos alternativos que nos permiten ir sorteando situaciones u obstáculos del mundo donde se ponga a prueba nuestra fe?

Dominio propio: ¿sabemos controlar nuestras emociones, nuestro carácter, y hacerlo agradable ante los ojos del Señor, o la ira, las emociones violentas y nuestro propio deseo de justicia por mano propia dominan nuestra vida?

Juicio futuro: ¿somos conscientes de que seremos juzgados por nuestro Señor? Y que como dice su palabra, no todos los que digan: -Señor, Señor… entrarán en el reino de los cielos, o que por haber aceptado a Cristo en nuestro corazón tenemos el ingreso asegurado. Lamentablemente, debo decirte que no es así, que todas nuestras acciones serán juzgadas en aquel día, y que arrepentirse significa no volver a hacerlo nunca más, no repetir nuestros errores, una y otra vez pensando: -“total, pido perdón y listo”. Que debemos ser capaces de perdonar, de olvidar el daño que nos puedan haber causado.

Por todo ello es tan importante llevar una vida recta, sin dobleces y con coherencia entre el decir y el hacer.

Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. (Mateo 12,37)

Verónica Schmidt

Hechos 24,22-27

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