Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, y hasta morir contigo.

Lucas 22,33

La fidelidad, la entrega y la incondicionalidad son condimentos que consideramos pilares fundamentales en nuestras relaciones personales, sean éstas familiares, de amistades o de pareja. Son como faros que nos iluminan y orientan. Cuando percibimos que estas luces se hacen más tenues, nos entristecemos y vemos cómo estas relaciones van perdiendo solidez. Caemos en la decepción y nos sentimos defraudados. ¿Qué hacemos entonces? Pareciera que el enojo no es un buen consejo en pos de reconstruir o fortalecer las relaciones que comienzan a fisurarse. Pegar un portazo o tirar todo por la borda es la primera e instintiva reacción que nos surge. Podemos lamentarlo después.

Nos gustaría que nos digan: “estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, y hasta morir contigo.” Pero esta no pareciera ser la realidad. Más bien, todo lo contrario.

Y nos negarán, nos harán doler, y nos sentiremos decepcionados.

¿Cómo sanar las heridas? Las heridas producidas por el desamor sólo pueden encontrar una salida en el camino de la reconciliación, hablando, pero sobre todo escuchando.

Pedro negará a Jesús, no una, sino hasta tres veces. ¿Acaso no lo sabía el propio Jesús? ¿No escogió mal? Jesús ama, a pesar de las negaciones del otro, su amor es tan inmenso que, a pesar de saber que Pedro lo iría a negar, confía en él. Pedro se equivocó, tuvo miedo, o acaso pánico. El verdadero amor es seguir abrazando y amando a pesar de las adversidades. Jesús ama a pesar de las limitaciones del amor del otro.

Jesús te ama profundamente, a pesar de tus negaciones y oscuridades, no te abandona, y te sigue escogiendo.

Que todos podamos crecer en el perdón y en el amor.

Martín Olesen

Lucas 22,31-38

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