Jesús señalando a sus discípulos dijo: “El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre.”

Mateo 12,49-50

¡Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, la fuerza del Espíritu Santo y la mano del Padre estén contigo hoy!

Muchas veces hablamos de Jesucristo como nuestro hermano mayor porque todos somos hijos e hijas de Dios. También, nos consideramos hermanas y hermanos los que participamos en una comunidad.

Ser hermanos de Cristo o en Cristo significa tomar una actitud en la vida, y esa actitud es “hacer la voluntad de Dios”. Entrar en comunión con Dios, haciendo su voluntad… es, al mismo tiempo, entrar en comunión con innumerables creyentes que tratan, también, de hacer su voluntad. Quien actúa así es un verdadero hermano o hermana de Jesús.

Si en todos mis actos y en cada minuto de mi vida procuro man-tenerme unido a Dios, estoy unido también con aquellos que necesitan de la presencia de Jesucristo en sus vidas. Por eso el llamarnos hermanas y hermanos en Cristo implica una actitud frente a Dios y frente a los demás, y esa actitud tiene que ver con el cumplimiento de su voluntad, que se podría sintetizar en el gran mandamiento: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y ama a tu prójimo como a ti mismo.

Si hacemos esto, podremos llamarnos hermanos y hermanas en Cristo, si no, son sólo palabras que se lleva el viento.

Julio Strauch

Mateo 12, 43-45

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