Y todavía volverán a llenarse sus calles con niños y niñas que jugarán en ellas.

Zacarías 8,5 (RVC)

Vivo en una ciudad donde lo que se describe en el versículo citado arriba aún se puede ver en las calles y baldíos. Pero, charlando con personas que viven en las grandes ciudades, por ejemplo, Rosario de Santa Fe, esta realidad es cada vez menos frecuente. La inseguridad, violencia y droga están al orden del día y no permiten que los niños disfruten de una infancia como la que tuvimos la suerte de experimentar muchos de nosotros.

En el texto encontramos la promesa de Dios para el pueblo de Israel, que estaba reconstruyendo el Templo y la ciudad de Jerusalén, con el propósito de darles esperanza a ellos y también a nosotros en el cumplimiento mesiánico del reinado de Dios en nuestras vidas y en este mundo.

El plan de Dios sigue adelante a pesar de nuestro ritualismo, de nuestra desobediencia y muchas veces de nuestro desánimo como podemos observar en el capítulo siete de Zacarías.

Eso nos llena de esperanza, pero no de una esperanza pasiva, sino de una esperanza activa que acompaña al Dios de la Historia en el cumplimiento de ese propósito.

Podemos estar seguros de que Dios cumple y cumplirá su promesa tal como está escrito a partir del capítulo nueve en adelante.

Culmino la reflexión con un pensamiento del Pastor Hal Lindsey: “El hombre puede sobrevivir alrededor de cuarenta días sin comida, alrededor de tres días sin agua, alrededor de ocho minutos sin aire… pero solo por un segundo sin esperanza.”

Señor: Dame de tu Espíritu para poner solo mi esperanza en ti. Amén.

Omar Darío Dalinger

Zacarías 8, 1-8

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