En él también, ustedes han sido circuncidados, no con una circuncisión hecha por los hombres, sino con la circuncisión hecha por Dios al unirlos a Cristo y despojarlos de su naturaleza pecadora.
Colosenses 2,11
En este texto, y el versículo que le sigue, el autor usa las imágenes de la circuncisión y del bautismo para describir nuestras realidades anteriores y actuales. Todos los bautizados, sin distinción alguna, género incluido, experimentan un tipo de circuncisión en el sentido de que fueron añadidos al pueblo de Dios y sacados del reino donde el pecado esclaviza nuestra existencia. Al describir esto como la circuncisión de Cristo, quiere destacar que Él es nuestra nueva realidad e identidad.
En el versículo 12, señala que en el bautismo fuimos sepultados y resucitados con Cristo, siguiendo una línea como la de Romanos 6, pero con un cambio, en Romanos esta resurrección se proyecta al futuro, mientras que en Colosenses se entiende que nuestra resurrección con Cristo sucede en la unión con Él.
Dios, quien eliminó nuestra realidad anterior en la que estábamos muertos en el pecado y nos dio nueva vida mediante su perdón, finalmente (versículos 14 y 15) nos remite a la cruz, donde Él desarmó a los gobernantes y poderes humanos y cósmicos, que afligen a la humanidad y no le permiten alcanzar el designio y la dignidad deseada para ella por Dios.
Cerca de tus manos mi vida está, no se rinde ante la oscuridad. Borras mis pecados, me hablas de perdón, tu amor es la reconciliación. (Canto y Fe Nº 224)
Octavio Burgoa
Colosenses 2,8-15