Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntele que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no pierda su fe en mí!
Lucas 7,22-23
¿Era la respuesta que Juan estaba esperando? En verdad Juan había mandado a sus emisarios para preguntar si Jesús era el Mesías que estaban esperando. No por él mismo, ya que Juan estaba muy seguro de que Jesús era el Mesías, sino que lo hizo para sus propios discípulos, para que no dudaran en seguirlo y que lo aceptaran como su Mesías.
Pero Jesús no le da como respuesta un sí o un no. Ni siquiera que como Mesías mandará el ejército de Dios a destruir al pecador, que el Juicio comenzará.
Sino que al decirle que sí es el Mesías, se lo expresa con los hechos, y le deja claro el camino de su ministerio. Que, a los desprotegidos, los marginados, los olvidados, los humildes, les ha llegado la Buena Noticia de Dios. Donde el dolor es consolado y la tristeza se convierte en alegría, donde se vence el sufrimiento y a las personas se les da un valor y una dignidad; ahí llegó el Reino de Dios.
Jesús expresa que el amor de Dios moviliza, da oportunidades, da lugar y voz a los que no la tienen. No son promesas ni palabras vacías. Son hechos que transforman sus vidas e historias.
Dios, déjanos ser testigos de tu amor, y hacedores de tu voluntad. Amén.
Ricardo Martín Schlegel
Lucas 7,18-23