¿Por qué salí del vientre sólo para ver dolor y penas y para terminar mi vida cubierto de vergüenza?
Jeremías 20,18
El mundo, “este” mundo es el vientre donde habitamos, es el vientre que no sólo nos cuida sino que también nosotros debemos cuidar, no solo con buenas acciones, sino también enseñando a nuestros jóvenes a cuidarlo a respetarlo, porque estamos aquí “de paso”, no viviremos eternamente aquí y Dios nos lo confió para que lo amemos y protejamos no solo para nosotros sino también para los que vendrán después de nosotros.
Dios la creó con tanta sabiduría, tantos detalles, tanta paciencia, no dejó escapar ningún detalle al azar, la creó con tanto cuidado y amor, ¿Por qué será que nos cuesta tanto, a nosotros, ver su tan admirable creación? No hay maldad, no hay interés económico en su creación, todo nos fue regalado, lo hizo para ti, para mí, para ustedes, para nosotros y no lo estamos apreciando y menos aun disfrutando y agradeciendo.
Detengámonos, dentro de nuestra vida maratónica, a sentir el aroma de las flores, a contemplar la naturaleza, a tomar conciencia de que es nuestro deber cuidarla, amarla y respetarla.
Tomate un tiempo para ti, tomate un tiempo de reflexión, pon “pausa” a tus actividades y siéntate al costado de un arroyo, escucha la naturaleza, ella te hablará, tiene mucho para contar y regálate un momento para meditar y de ese modo también te darás cuenta, que obsequiarte un momento sólo para ti, es necesario y no pienses que es una pérdida de tiempo, te lo mereces. Necesitamos de muchos momentos así, para encontrarnos con nosotros mismos y darnos cuenta de todo lo bueno que nos rodea.
Este vientre en el cual habitamos es fabuloso, es mágico, es bello y no hemos venido para sufrir, hemos venido para ser felices y disfrutarlo con todas nuestras virtudes.
Yo puedo cantar canciones con mucha alegría, yo sueño que el hambre nunca nos haga sufrir. Yo espero un mundo lleno de ríos y flores y todo, porque vale la pena vivir. (Canto y Fe Nº 184)
¡Te deseo un muy bendecido día!
Marianna Würgler
Jeremías 20,7-18