Jesús contestó: “No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí”.
Marcos 9,39
Cuando uno es joven, quiere romper las estructuras que le han impuesto. Sin embargo, con los años, uno va haciendo y, a veces, rehaciendo las estructuras. Las hay en todos lados, en el gobierno, en la familia, en el trabajo, todos vamos por la vida en la pelea por adecuarnos y adecuar, al final llegamos hasta un punto en que nos hemos hecho un castillo de estructura, pues de otra manera no podríamos vivir. Con la fe pasa lo mismo, con el agravante que queremos colocarle a Dios nuestro propio ordenamiento.
Es, en esta historia, donde vemos cómo Dios no solo trabaja con nosotros, sino con otros. “No se lo prohíban”. ¿Quiénes son esos “otros” en nuestro mundo? ¿Quiénes están en concordancia con la misión de Dios?
Tenemos muchas iglesias que se encierran de tal forma que piensan que solamente ellas están preparadas y autorizadas para realizar cosas. Dios va más allá de nuestras visiones y trabaja con aquel del que pensamos mal, del que nos genera desconfianza.
Es por eso que, en primer lugar, debemos reconocer que la Missio Dei no es de nosotros sino de Dios, y en segundo lugar, él hace como quiere.
Jesucristo, hace cambiar de visión a sus discípulos respecto a este personaje, desde un personaje molestoso pasa a ser un colaborador de Dios, independiente de su condición.
¡Dios es más grande que nuestros sueños!
Señor, aquí estamos, con nuestras manos y nuestras fuerzas, ambos provienen de ti, y en ti nos sustentamos, solo somos siervos para ti. Amén.
Alexis Salgado
Marcos 9,38-41