Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.

Mateo 10,42

Un trozo de pan, una palabra amable, una sonrisa, un vaso de agua.

Acciones tan pequeñas pueden ser señales de la presencia de Dios en el mundo. Acciones pequeñas pueden ser la luz que ilumine la vida del otro, de la otra. ¿Qué es un vaso de agua?

Pero las pequeñas acciones no siempre nos gustan. Muchas veces pensamos que no vale la pena. Que sólo hay que pensar en grandes acciones.

Y mientras esperamos el momento de la acción grande no hacemos nada… y junto a la inacción –en palabras de Jesús– perdemos el premio.

Claro que la pequeña acción no debe ser para ganar el premio sino fruto del seguimiento a Jesús. Es por fidelidad a Jesús y en su nombre que el agua llegará al destino de los sedientos.

Vivimos en un mundo en que hay demasiada sed. Lo que se pide a los seguidores de Jesús es no mirar para otro lado, es comprometerse con las necesidades del otro, de la otra. Es amorosamente alcanzar con sus manos el pan, el agua, la sonrisa, la palabra amable a aquél que, a su lado, como un desconocido, lo necesita.

Y cuando la acción se realiza hay promesa de Jesús: “Cuando lo dieron a uno de estos pequeños lo hicieron conmigo. Recibirán su premio”.

Doris Arduin y Germán Zijlstra

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