4o domingo de Cuaresma
Luego dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y para que los que ven se vuelvan ciegos.”
Juan 12,39
Dar vista a los ciegos para que puedan llegar a ver, dejar en su ceguera a los que mirando no ven (o no quieren). Así resume Jesús lo acontecido en Juan 9.
Como cristianos quizás nosotros no estemos ciegos pero, en todo caso, podemos asumir nuestros problemas de vista. Bajo dos aspectos: uno, para ‘ver de cerca’ (presbicia) y otro, al ‘ver de lejos’ (miopía). Ver de lejos: los fariseos creían equivocadamente ya poseer la luz.
Entonces ahí, cuando viene y se les revela el Señor, sucede que rechazan la revelación. ¿Cuántas veces parece que vamos por la vida autosuficientes, con más respuestas que preguntas?
Ver de cerca: entre los fariseos, y entre alguna de nuestra gente lamentablemente también, no solían cultivarse gestos de sensibilidad y empatía frente a los más pobres, vulnerables y marginados.
Los fariseos eran duros con quienes no seguían la Torah al pie de la letra ni podían por sus condiciones de vida cumplirla tan meticulosamente como ellos lo venían haciendo por años y años. Eso los llevaba, por un lado, a considerarse por encima de los demás y acreedores a que Dios les conceda vida eterna y salvación. Por otra parte, se colocaban en un rol de jueces de la mayor o menor santidad y pureza ritual o moral de la vida de sus semejantes.
Jesucristo vino a llamar a la fe. Condenarse es no discernir/confesar el obrar del Señor en la fragilidad. Ese es el juicio. Ahora que vemos, nuestra fe (pro)activa decide qué resulta.
Miguel Ponsati
Salmo 23; 1 Samuel 16,1-13; Efesios 5,8-14; Juan 9,1-41
Agenda Evangélica: Salmo 84,2-13; Isaías 54,7-10; Juan 12,20-24; 2 Corintios 1,3-7;
(P) Isaías 66,10-14