¡No cabe duda de que ustedes tienen que dividirse en partidos, para que se conozca el valor de cada uno! El resultado de esas divisiones es que la cena que ustedes toman en sus reuniones ya no es realmente la Cena del Señor. Porque a la hora de comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y mientras unos se quedan con hambre, otros hasta se emborrachan.
1 Corintios 11,17-21 No eran buenas las noticias que Pablo recibía desde la comunidad
de Corinto. Había problemas, había divisiones y discrepancias, como
probablemente las hay en nuestras comunidades hoy.
Unidad no significa pensar igual en todo. Cristo no exige ser de izquierda o de derecha, ni enarbolar una bandera u otra. Cristo exige el amor mutuo, lo cual nos lleva a vivir en un mismo corazón, en su corazón; esto es, “concordia”; y así es como podemos trabajar genuinamente en la misión.
¿Podemos tener diferencias? La discrepancia y la diversidad de opiniones en una comunidad pueden estimular la creatividad y los procesos de reforma, cuando se tratan amorosa y fraternalmente. Al contrario, cuando nos tratamos sin amor, cuando nos pasamos a llevar, surge la “discordia”; y dejamos de estar en el corazón del Señor, y se materializa la división.
En Corinto, unos se adelantaban para comer, sin importarles que otros quedaran con hambre. Hoy también unos pocos toman todos o casi todos los dones y beneficios para sí y para sus familiares, amigos y clientes; dejando a los demás sin nada. Pablo reprende este comportamiento, pues entre nosotros no debe ser así.
Amémonos, hermanos, y al mundo pecador mostremos como viven los que salvados son. (Culto Cristiano N° 133)
Robinson Reyes Arriagada
1 Corintios 11,17-22