Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.

Mateo 5,16

Unos versículos antes dice Jesús: Ustedes son la luz de este mundo. Y a continuación expresa estas palabras, exhortándonos a esparcir nuestra luz delante de la gente. ¿Cómo se extiende esa luz? Jesús dice: haciendo el bien. No solamente debemos irradiar la luz de Cristo con nuestras palabras, sino también a través de nuestras buenas obras.

La luz no solamente transmite claridad, sino también calor. Por eso podemos pensar en que estas buenas obras a las que nos invita Jesús son aquellas que transmiten calidez, que traen alegría y bienestar a las personas, como solidaridad, amor, cuidado, consuelo y contención.

Las buenas acciones no deben tener la intención de cosechar elogios y aplausos, sino la alabanza de nuestro Padre Dios que está en el cielo. Jesús nos invita a la humildad y al reconocimiento de que, si algo bueno logramos hacer, es porque Dios, quien nos da la capacidad y la fuerza, lo permite.

Nuestras vidas son como lámparas o como velas en las manos de Dios. Las velas no brillan para sí mismas, ni son conscientes del bien que hacen. Y mientras permanecen guardadas en un cajón, o colocadas de adorno en un candelabro, por más bonitas que luzcan, si no se las enciende no cumplen su verdadero objetivo. En cambio, si se las enciende, esparcen su luz a su alrededor. Y, mientras tanto, se van consumiendo hasta desaparecer.

Que esa sea nuestra actitud en las manos de Dios.

Señor, que nuestra vida sea leñita humilde y siempre seca, para que tú puedas quemarla para el pobre. Para que tú puedas quemarla para el pobre. (Canto y Fe Nº 295)

Bernardo Raúl Spretz

Mateo 5,13-16

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