¿Cómo van a anunciar el mensaje, si no hay quien los envíe? Como dice la Escritura: “¡Qué hermosa es la llegada de los que traen buenas noticias!”
Romanos 10,15
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Todos concentrados en sus trabajos. Silencio en la oficina. Sólo se escuchan unos pasos firmes y seguros que se acercan. Parecen decir… “Acá vengo yo”… Todos conocen ese caminar. ¿Qué vendrá a decirnos el jefe?
Es de noche. Todos…, o casi todos, duermen en la casa. Sólo son audibles para los padres los pasos del hijito que se acerca. Ellos piensan: “Otra vez se pasa a nuestra cama”.
Muchas veces identificamos a la persona que se acerca, sin verla, al reconocer su andar. Imaginamos para qué viene, qué nos quiere trasmitir. ¡Qué hermosos son los pies que traen noticias buenas, que anuncian la paz, el bien, la salvación!
Las palabras de Pablo nos muestran la necesidad de la obra misionera. Dios envió a los apóstoles para difundir el evangelio, tarea en la que se deben involucrar también los miembros de la Iglesia. Dios quiere que el evangelio llegue a todos los rincones del mundo. Esto se expresa claramente en una simbólica cadena mencionada desde el versículo 13 de este capítulo 10, en la que se entrelazan los verbos: invocar, creer, oír, anunciar, enviar y predicar.
Son hermosos los pies de quienes han respondido al llamado de Dios y resolvieron salir a difundir su mensaje. Es cierto que no todos responden al mensaje, -como si no lo hubieran escuchado. Otros en cambio, están atentos a la palabra de Dios. Quienes acercan el mensaje a veces recorren caminos sinuosos sin importarles los obstáculos que tienen que sortear. Los pies en movimiento: imagen del ir y venir; de acercarse y alejarse. ¿Y si los pies no pueden? Entonces podrá un libro, un programa de televisión, un encuentro con hermanos, una emisión de radio, un mensaje difundido por las modernas redes sociales. Son muchos los caminos que se ofrecen hoy en día para hacer conocer la buena noticia de nuestra salvación y darnos la posibilidad de comportarnos como hijos amados de Dios.
Señor, que tengamos el oído atento para reconocer los pasos de quienes nos acercan tu palabra y los corazones abiertos para incorporarla a nuestra vida cotidiana.
Romanos 10,14-21