Yo enviaré a dos testigos míos… Estos testigos son los dos olivos y los dos candeleros que permanecen delante del Señor de la tierra.

Apocalipsis 11,3 y 4

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El escritor bíblico puede unir memoria y esperanza. Memoria: porque seguramente está remitiéndose a Elías y Moisés. En tiempo de Elías hubo sequía que había sido profetizada por él; y en el tiempo de Moisés, Dios envió plagas a Egipto y puso a su pueblo en el camino de la liberación. El relato de Apocalipsis 11 retoma contenidos y lenguaje del Antiguo Testamento para describir con imágenes duras la situación social y política de la iglesia en el tiempo de Juan. El poder político superior quería incidir sobre la fe de los cristianos de Asia Menor; pero la única forma en que la Iglesia pudiera superar tal adversidad consistía en permanecer unidos y en encontrar un lenguaje con códigos para resistir y tener esperanza.

Esperanza: el poder ser testigos de una historia adversa y re-significar esa memoria dura como pueblo de Dios, apoyándose unos en otros para no desmayar. La resistencia va de la mano con la esperanza, de lo contrario la esperanza sólo queda en una utopía del más allá sin una incidencia práctica para el día de hoy. El nuevo tiempo que Dios trae es a la vez futuro y presente: tiene la fuerza de la esperanza porque viene de Dios mismo; pero también posee la fuerza de la resistencia pues el pueblo fiel participa desde su fe en esta alianza de vida en medio de los dolores, sufrimientos y muerte.

Cristo ofrece la garantía de que su pueblo también será resucitado.

La esperanza, como el sol en la mañana, va quebrando la neblina que nos para; es la carta que se abre a tu nombre con sorpresa detrás del horizonte. (Juan Damián, canción “La esperanza no es ansia”, Canto y Fe Nº 227).

Wilma E. Rommel

Apocalipsis 11,3-14

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