Cuando las langostas ya estaban comiéndose hasta la última hierba, dije: “¡Señor, perdónanos! ¿Cómo va a resistir tu pueblo Jacob si es tan pequeño?” Entonces el Señor desistió de su propósito y dijo: “¡Eso no va a suceder!”
Amós 7,2-3
Desde el inicio del libro de Amós se nota que la situación de Israel no da para más. El profeta cumple con su tarea de advertir y exhortar al pueblo para que se vuelva a Dios. Pero todo indica que sus palabras y consejos “entran por una oreja y salen por la otra” sin ser tenidos en cuenta.
El pasaje propuesto para hoy refiere tres visiones que tiene el profeta: todas acciones que Dios tiene planificadas contra su pueblo. El Señor está enojado y por eso quiere mandar langostas, fuego y finalmente habla de que pondrá una plomada de albañil para ver cómo es de recta la conducta de Israel. Pero no cumple ninguna de ellas, sino que vuelve a tener compasión.
Pareciera que la situación llegó al límite, que a Dios “se le colmó la paciencia” para con los seres humanos y sin embargo… vuelve a esperar lo mejor de nosotros, a darnos otra oportunidad. ¡Menos mal!
¿Y nosotros? ¿Cómo estamos de paciencia hacia los demás? ¿Damos nuevas oportunidades? ¿Volvemos a creer, a confiar?
¿O en realidad nos parecemos más al pueblo de Israel? ¿Escuchamos lo que Dios tiene para decirnos? ¿Estamos dispuestos a dejarnos guiar por su palabra?
Tu palabra es, oh Señor, don precioso de tu amor, que contiene con verdad tu divina voluntad, que me dice lo que soy de quien vine y a quien voy. (Canto y Fe Nº 111)
Susana Carolina Plem
Amós 7,1-9