Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho.
Deuteronomio 6,5-6
En esta pequeña frase se encuentra condensado todo el sentido de nuestra vida en la fe. Esta profunda forma de amar a Dios, demanda que nos entreguemos por completo a él. Y entregarse al Señor, amándolo de esta manera, nos presenta un desafío.
Significa que ser creyentes no se limita a un tiempo, ni se circunscribe a un espacio determinado, sino que es algo que permea y acompaña cada paso y cada gesto que tenemos en nuestra vida cotidiana.
Amar al Señor con todo el corazón, nos desafía a recordar que lo que nos mueve y sustenta, desde nuestras entrañas, es su amor.
Amar al Señor con toda nuestra alma, nos desafía a sentir que es algo que trasciende a aquello que podemos ver y tocar, y que va más allá de nuestra limitada forma de ver la realidad que nos rodea.
Amar al Señor con todas nuestras fuerzas, nos desafía a no bajar los brazos, y luchar para que nosotros también podamos amar profundamente y jugarnos por un mundo distinto.
Grabarnos en la mente esa forma de amar, nos desafía a que podamos compartir todo lo que vivimos al practicar nuestra fe, dando testimonio de que no creemos en un Dios abstracto y lejano, sino que Dios nos ama y lo podemos sentir muy cerca de nosotros.
Señor, haz que podamos amarte con toda nuestra vida y todos nuestros sentidos, para que amando demos testimonio de tu amor que todo lo transforma. Amén.
Joel A. Nagel
Deuteronomio 6,1-9