Moisés les dijo: ‘¿Por qué desobedecen las órdenes del Señor? ¡Este intento va a fracasar! No sigan adelante, porque el Señor no está con ustedes’.

Números 14,41-42

Estamos llenos de deseos y de proyectos tendientes a realizar dichos deseos. Esas iniciativas nos caracterizan como seres humanos y son la clave del llamado progreso civilizatorio. Pero quienes somos creyentes, ¿nos hemos preguntado alguna vez si nuestro Señor está de acuerdo con nuestros proyectos? Los hay personales y comunitarios, de envergadura nacional o de impacto planetario. Supongamos: nuestra hija va a cumplir 15 años. Proyectamos una gran fiesta en la que invertiremos fondos que veníamos ahorrando y otros por los que nos endeudaremos. ¿Será que el Señor está con nosotros en este intento? ¿O tal vez preferiría que invirtamos ese dinero en la educación superior de nuestra hija? No sé cuál sería la opinión del Señor al respecto (no tuve hija, no hice esta experiencia).

A lo que voy, es a nuestra consulta con Dios más allá del asunto que fuere. Obviamente hay proyectos que son mucho más gravitantes que un cumpleaños de 15. ¿Cómo es, por ejemplo, con la verdadera necesidad de Decretos de Necesidad y Urgencia sancionados por los gobiernos al margen de las instancias parlamentarias? ¿Cuántas cosas que hacemos cuentan con el apoyo del Señor y cuántas hacemos a contrapelo de su voluntad? Cuando no prosperan, rápidamente culpamos a otros y a veces hasta al mismísimo Señor. Sería de suma prudencia que, ante cada emprendimiento, nos preguntáramos si lo podemos justificar por lo menos a la luz de los diez mandamientos y la ley del amor.

Federico H. Schäfer

Números 14,39-45

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