Los soldados quisieron matar a los presos, para no dejarlos escapar nadando. Pero el capitán de los soldados, que quería salvar a Pablo, no dejó que lo hicieran, sino que ordenó que quienes supieran nadar se echaran al agua primero para llegar a tierra, y que los demás siguieran sobre tablas o en pedazos del barco. Así llegamos todos salvos a tierra.
Hechos 27,42-44
Realmente, el Apóstol Pablo y sus acompañantes pasan por todo tipo de dificultades en este viaje, al que son llevados estando privados de su libertad: tormentas, hambre, naufragio, enormes incertidumbres y mucho miedo. Sin embargo, logran llegar y estar a salvo.
Hay momentos en la vida en los que todo parece que sale mal; pasamos de un problema a otro y pareciera que no se vislumbra una salida. Si bien sabemos que no es cierto, a veces hasta parece que las dificultades son contagiosas entre sí. Pueden atormentarnos conflictos no resueltos, enfermedades, deudas, falta de trabajo y problemas económicos. En esas situaciones es importante recordar que no hay oscuridad demasiado oscura para que Dios no pueda traer luz a nuestras vidas, que no hay problemas demasiado graves como para que Dios no pueda traer esperanza a nuestras vidas y que no hay temores que Dios no pueda quitar de nosotros si tenemos fe y confianza en él.
Al final de este viaje por el mar, después de las terribles dificultades que atravesaron, Pablo llega a salvo a tierra firme. Que Dios nos permita llegar salvos a tierra firme cuando pasemos por graves dificultades.
Quitarme el mundo no podrá la paz que halló mi corazón: Jesús amante me dará la más segura protección. (Culto Cristiano N°241)
Sonia Skupch
Hechos 27,27-44