Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo.
Filipenses 3,17-18
En su carta, Pablo explica de forma práctica y clara que los ejemplos de la vida cotidiana diferencian a quienes siguen a Cristo de aquellos que no lo hacen. Por eso, él se pone de ejemplo y dice “sed imitadores de mí” a fin de clarificar cuál es el camino y modelo que los cristianos deben seguir.
Como trabajadora vial, he encontrado muchas explicaciones a partir de la imagen de los distintos caminos (rutas, autopistas, avenidas, calles, entre otros). Todos ellos se complementan y nos pueden llevar a un punto de destino. De la manera en que lo expresa Pablo, sólo hay dos opciones o destinos para el ser humano: llegar a ser como Cristo – o no.
Esta simplificación hace que parezca más fácil de lo que es. Más de una vez, los cristianos empezamos a imitar a Jesús, siguiendo las instrucciones bíblicas, pero nos encontramos con cruces y opciones de caminos que nos hacen desviar de las rutas más directas, o somos seducidos a parar en distintos ofrecimientos de la sociedad y perdemos nuestros objetivos.
El único ser perfecto es Dios. Por eso, con humildad debemos buscar que nuestro camino sea lo más cercano a lo indicado por el apóstol, y que nos lleve a encontrar la fe, el amor y la gracia de Cristo.
Que nuestra vida entera esté consagrada a ti, Señor, que a mis manos pueda guiar el impulso de su amor. (Canto y Fe Nº 307)
María Ester Norval
Filipenses 3,17-21