Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo.
Colosenses 3,12
Pablo nos enseña sobre la nueva vida, sí, del secreto de la nueva vida. Desvestirse del viejo hombre con sus defectos corresponde a vestirse del hombre nuevo, que es Jesucristo. Esta imagen del revestirse es muy vigorosa y se presta, de manera especial, para caracterizar la existencia humana en relación a Dios.
Las palabras del nuevo y del viejo hombre no se refieren a una conversión única y con fecha, pero señalan la decisión siempre renovada de dejarse determinar por Jesucristo. Lo que sucedió en el Bautismo es renovado diariamente. Podemos recordar las palabras de M. Lutero: “El hombre viejo en nosotros, por contrición y arrepentimiento diarios, debe ser ahogado y morir con todos los pecados y malos deseos, y, a la vez, salir y resurgir diariamente el hombre nuevo, que viva en justicia y pureza delante de Dios eternamente”.
Aquellos, cuyas vidas han recibido nueva dirección, son designados como “elegidos de Dios, santos y amados”. A los “elegidos de Dios, santos y amados” son enumeradas las virtudes como obras del Espíritu de Dios. “El cristiano no vive en sí mismo, sino en Cristo y el prójimo. En Cristo, por la fe; en el prójimo, por el amor”, como dice Lutero. Todas las virtudes se resumen en el amor. Tan sólo el amor une y establece vínculos con perfección.
Quien es una nueva criatura, no es indiferente ante la injusticia. A nuestro alrededor existen ejemplos que engrandecen el nombre del Señor. Hay los que se arriesgan a vivir como aquel que se ha revestido de Cristo. ¡Vive así! ¡Trabaja así!
“El Bautismo obra el perdón de los pecados, libra de la muerte y del diablo, y da la salvación eterna a todos los que creen lo que dicen las palabras y promesas de Dios.” (M. Lutero)
Osmar Lessing
Colosenses 3,12–17