Apreciada Comunidad
El texto bíblico base para la meditación de hoy es sumamente interesante. Para comprender a lo que el texto del presente domingo hoy nos desafía, primero debemos entender lo que pasa en el texto bíblico y comprender lo que el autor ha dado por sentado que su auditorio entendería y supondría sin ningún tipo de problemas.
Jesús había terminado de enseñar al pueblo y decide entrar en la ciudad de Capernaúm. Cuando Jesús entra a dicha ciudad se encuentra con una delegación de ancianos que interceden por un centurión romano.
En el imperio romano un centurión romano era un oficial que era elegido especialmente por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Este hombre, en su rango de centurión, estaba a cargo de una centuria; una centuria era compuesta por 80 soldados. La funciones de los centuriones era táctica y administrativa. Posiblemente la función de este centurión no haya sido servir en su capacidad militar romana sino, más bien, sus funciones hubieron sido supervisar el orden y la recaudación de los impuestos dentro de la ciudad, dado que recién hacia el 44 d.C. Capernaúm tuvo la presencia de soldados romanos. Esto significa que, muy posiblemente, este centurión romano estaba bajo la autoridad de Herodes Antipas. Lo cierto es que este centurión tenía un siervo muy enfermo, casi a punto de morir. Este centurión valoraba mucho a su siervo y lo amaba; fue justamente esto lo que lo mueve a ponerse en contacto con Jesús. Y lo hace por medio de los ancianos judíos de dicha ciudad.
Pero, cabe la pregunta, ¿Por qué este centurión elige ponerse en contacto con Jesús por medio de los ancianos de Capernaúm? Tal vez daba por sentado que Jesús iba a responder mejor a la petición de los ancianos judíos que a la petición de él mismo, un oficial romano. Por otra parte, es importante resaltar y meditar por qué los ancianos de la ciudad deciden actuar como puente entre Jesús y este centurión. Este, sin duda alguna, no es un dato menor. La delegación afirma que es digno que Jesús escuche esta petición porque este centurión ama a nuestra nación y hubo tenido una participación pro-activa en la construcción de una sinagoga. El texto bíblico está resaltando que estos ancianos valoran mucho el hecho que este centurión haya demostrado que tiene verdadero afecto por su nación y, lo que es más, ellos sabían demasiado bien lo que podrían llegar a sufrir si tuvieran a un centurión que los despreciara. Los ancianos de Capernaúm sabían que tenían suerte de contar con un centurión como él.
Por eso los ancianos no se acercan a Jesús presionados o amenazados por este centurión sino que, es sumamente interesante, ellos deciden interceder por él porque tienen, a su vez, un verdadero afecto por este centurión. Todo esto podría estar indicando que, muy posiblemente, este centurión no sólo amaba a la nación judía sino que, además, él mismo haya sido lo que se denominaba un prosélito-a-la puerta; es decir, que había aceptado la fe en YHWH pero todavía no se había sometido a los rituales por los cuales un gentil se transformaba en judío. Cuando tomamos consciencia de este hecho, podemos entender por qué este centurión hubo construido la sinagoga.
Jesús acepta ir a la casa del centurión pero, cuando Jesús estaba cerca de la casa, le sale al encuentro otra delegación. Esta nueva delegación no era conformada por ancianos judíos sino que por un grupo de amigos de este centurión. Primero Jesús recibe a una delegación judía y ahora, cerca de la casa del centurión, Jesús recibe a una delegación de amigos del centurión. En otras palabras, Jesús primero recibe a una delegación judía y luego a una delegación romana. ¿Por qué el centurión mandó esta segunda delegación?
El centurión romano no se presenta personalmente a Jesús, no porque sea orgulloso sino, muy por el contrario, él no se siente digno de que Jesús entre en su casa. El centurión sabe que, acorde a la ley judía, Jesús podría llegar a considerarse impuro si entraba en la casa de una persona no judía y esta es justamente su preocupación. Pero es justamente este hecho lo que resalta la fe de este centurión en Jesús: si se necesita fe para creer que el enfermo al ser tocado por Jesús sanará, se necesita mucha más fe para creer en una curación a distancia. El centurión, por medio de esta segunda delegación, expresa su más profunda fe en la palabra de Jesús.
Prestemos atención al mensaje del centurión: «Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.» Es importante resaltar cómo se usaba la palabra «también». El centurión aquí no hace gala o elojio de su autoridad sino que, por el contrario, éste le explica a Jesús que él, por ser quién es, sabe muy bien lo que es tener autoridad -su autoridad está dada por la autoridad del emperador romano- y por lo tanto él puede reconocer y saber que Jesús es un hombre con autoridad: Jesús tiene la autoridad que viene, nada menos, que de Dios. Es por ello que el centurión afirma y resalta que sólo una palabra de Jesús a la distancia sanará a su siervo.
Hasta ahora en el texto bíblico Jesús no ha hablado. ¿Cómo reacciona Jesús? Veamos el versículo 9: «Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.» Tras estas palabras, la segunda delegación vuelve a la casa y encuentra al siervo perfectamente sano. ¿Qué mensaje nos deja entonces este texto bíblico?
Primero. Es interesante, muy interesante, que a lo largo de todo este texto bíblico el centurión romano nunca ve a Jesús cara a cara. El centurión cree y confía que, aunque no hubo visto a Jesús, por la fe, puede tener la plena certeza que cuenta con el poder de Jesús. Esto es exactamente lo que sucede con nosotros, contigo y conmigo. No vemos a Jesús, nunca lo hemos visto pero, por la fe, sabemos que siempre contamos con el poder de su presencia. En esto el centurión es puesto como un ejemplo de fe a seguir.
Segundo. Esta historia de Lucas 7:1-10 tiene su contrapunto en el libro de los Hechos 10:1-2.»Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.». En otras palabras, esta historia del evangelio de Lucas no sólo es un anuncio, un presagio, de lo que será la misión cristiana entre los gentiles que es desarrollado en Hechos sino que, además, pone en Jesús mismo la autoridad para que la iglesia realice su misión entre los gentiles. Es por eso que las dos delegaciones, la judía y la romana son como puentes que unen dos mundos distintos, el mundo judío y el mundo gentil. Jesús es el mesías para ambos mundos. Es la fe en Jesús y es su autoridad, la que une ambos mundos.
Para nosotros hoy el mensaje es muy claro: es la mismísima fe en Jesús la que nos hermana. Es en esta confianza y en esta fe que, aunque no lo vemos, sabemos que contamos con la presencia del Jesús Resucitado en medio nuestro. Y es justamente esta presencia del Jesús Resucitado la que nos mueve a construir puentes de hermandad. La acepción de personas es absolutamente incompatible con la fe cristiana. Si vemos que hay acepción de personas entre nosotros es porque, en última instancia, no tenemos eso que se llama fe. O nuestra fe construye puentes de hermandad o no tenemos fe. Porque, en última instancia Jesús, como Sumo Pontífice, es un hacer de puentes, no de muros.
Es una verdadera lástima que hoy, en pleno siglo XXI, todavía se habla de construir muros, visibles o invisibles. Esto, sin lugar a dudas, habla mucho de la calidad de nuestra fe.
Que así sea, Amén
Pastor Sergio A. Schmidt
Fuente: http://www.predigten.uni-goettingen.de/predigt.php?id=6502&kennung=20160529es