Cuando el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le habló al Señor delante del pueblo y dijo: “Párate, sol, en Gabaón; párate, luna, en el valle de Aialón.” Y el sol y la luna se detuvieron hasta que el pueblo se vengó del enemigo. Esto es lo que dice el Libro del Justo. El sol se detuvo en medio del cielo, y por casi un día entero no se puso.
Josué 10,12-13
Josué, líder instituido por Dios y puesto al frente de los israelitas, tuvo circunstancias difíciles que enfrentar, como lo fue ayudar a los Gabaonitas a defenderse de los ejércitos amorreos. Animado por la promesa de Dios que le dijo: “No tengas miedo, porque yo voy a entregártelos, y ninguno de ellos te va a poder hacer frente” (v. 8), Josué combatió a los amorreos y mientras un resto huía Dios soltó sobre ellos grandes piedras de granizos.
Como la lucha precisó de mucho esfuerzo para las cortas horas de luz que depara el día, Josué ruega a Dios que el sol y la luna se detengan en medio del cielo… Y así fue como el sol y la luna se detuvieron dando tiempo para la victoria en favor del pueblo de Israel.
Este clamor a Dios por un milagro que pide Josué, aclara el texto que lo hace delante del pueblo. Este dato no es menor, pues habla de la fe de Josué, quien en circunstancias críticas, se acuerda de pedir la intervención de Dios y sabe aprovechar el momento para dar testimonio delante de su pueblo de dicho pedido de auxilio.
Un mensaje también para nosotros, quienes demasiadas veces pecamos de ser muy reservados en la expresión y el testimonio de nuestra fe. Solemos circunscribir nuestra relación con Dios al ámbito de lo privado siendo tímidos a la hora del testimonio.
El pedido público que hizo Josué delante del pueblo, permitió a éste último interpretar los acontecimientos del sol que se detuvo alargando la luz del día, de forma causal y no casual.
Que Dios nos conceda también a nosotros poder interpretar y sentir la intervención de Dios en nuestras vidas e historias y poder dar testimonio de ello.
Hilario Tech
Josué 10,1-15