En Cristo, Dios nos había escogido de antemano para que tuviéramos parte en su herencia (…) Y él ha querido que nosotros seamos los primeros en poner nuestra esperanza en Cristo, para que todos alabemos su glorioso poder. Gracias a Cristo, también ustedes que oyeron el mensaje de la verdad, la buena noticia de su salvación, y abrazaron la fe, fueron sellados como propiedad de Dios con el Espíritu Santo que él había prometido.

Efesios 1,11-13

Ser partícipes de la buena noticia de salvación gracias a Cristo, bendecidos por el Espíritu Santo y sabernos escogidos de Dios es gracia pura.
Sin embargo, no alcanza. Una y otra vez caemos. Muchos son los acontecimientos que nos alejan de las enseñanzas de Jesús, como testigo fiel de lo que Dios espera de nosotros.
Y nuestra fe, nuestra esperanza flaquea ante tanta demanda y ambición.
Convivimos con innumerables injusticias producto de la opresión de poderosos sobre quienes menos tienen. Esto afecta a todo el planeta pero estamos a tiempo y debemos reaccionar.
Ama a tu prójimo como a ti mismo, es la empatía que necesitamos, simple y concisa.
Un mandamiento nuevo y hermoso que, sin embargo, tanto nos cuesta poner en práctica.
Ser hacedores de un mundo mejor es el mandato, con fe, esperanza en Cristo y empujados por la fuerza del Espíritu Santo.
Porque una aurora vio su gran victoria sobre la muerte, el miedo, las mentiras, ya nada puede detener su historia, ni de su Reino eterno a venida.
Por eso es que hoy tenemos esperanza, por eso es que hoy luchamos con porfía, por eso es hoy miramos con confianza el porvenir. (Canto y Fe N° 223)

María Esther Norval

Efesios 1,11-14

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